Diez puntos productivos para una Oración eficaz.
Pedir al Espíritu Santo su guía en la oración y que nos ayude a entrar en la paz y comunión con Dios, evitando toda distracción.
Presentarnos delante de Dios con un corazón humillado, pidiendo perdón por nuestras faltas, aún por aquellas que no recordemos.
Ser claro en la petición. Focalizar nuestra necesidad y presentársela a Dios. Ya sea una petición personal o para otro. No debería ser una oración generalizada, sino más bien específica, como cuando Jesús le preguntó al ciego Bartimeo, que quería que hiciese por él y este en su desesperación le gritó: “Rabí, quiero ver…” (Marcos 10:51) o como Ana cuando le imploró al Señor que le diera un hijo. Su petición fue bien clara, sabía cuál era su necesidad (1 Samuel 1: 11).
Leer un pasaje bíblico que nos haya gustado y apropiado para la ocasión, en voz alta, ya que “…la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo". (Romanos 10:17).
Escribir nuestras peticiones y anotar cuando y de que manera el Señor ha ido contestándolas. Dios contesta las oraciones de manera diferente y en tiempo dispar. De ahí que convenga anotar con fecha nuestras peticiones e ir anotando cada vez que la oración es contestada, de una manera u otra. Esto nos va afirmando en Él y aumenta nuestra fe.
Orar de acuerdo a la voluntad de Dios. Pedir al Espíritu que la petición que se eleva esté de acuerdo a su voluntad. Algunas veces creemos estar pidiendo una causa justa “para nosotros" pero Dios que lo ve todo y su justicia sobrepasa todo entendimiento, sabe que es lo que conviene a cada uno de sus hijos. "Dios es juez justo,y un Dios que se indigna cada día contra el impío". (Salmo 7:11).
La oración no es un “canje”. No se “negocia” con Dios. Nuestra petición no es una transacción comercial. No le oro o hago una promesa para que me de a cambio algo. No espero una retribución a cambio. No hay trueques con Dios. El orar es estar dispuesto a acatar la voluntad sabia de Dios aunque nos disguste el resultado.
Evitar hacer oraciones “egoístas” pensando en nuestro "yo", en satisfacer nuestras necesidades, en obtener lo que más nos conviene. Estamos orando a un Dios “justo” y su justicia no es como la entendemos o vivimos nosotros. Dios va a obrar bien para ambas partes, ya sea tanto para uno como para otro. "Mas tú eres justo en todo... porque tú has obrado fielmente, pero nosotros perversamente". (Nehemías 9:33).
No hacer oraciones “incrédulas”. Tener fe al orar. Recordar que Dios todo lo puede, Él es el Creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible como invisible. "...Para los hombres (hay cosas que son) imposible, pero para Dios todo es posible". (Mateo 19:26).
Finalizar cada oración (aunque nos cueste) como el Señor Jesús hizo en el Huerto de los Olivos “…pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas 22:42). La voluntad de Dios siempre es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2) Él siempre sabe lo que nos conviene, lo que es mejor para sus hijos. Él no ve una porción de nuestra vida, como nosotros la vemos, sino que nos conoce "...Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí..." (Jeremías 1:5) hasta nuestro fin. Debemos prepararnos para aceptar la voluntad de Dios con gozo y agradecimiento, aunque no haya sido de nuestro agrado. Él sabe que es lo mejor para cada uno de nosotros.