"Y el velo se rasgó..."
¿Alguna vez han tenido que entrevistarse con alguien famoso o con alguna persona importante? ¿O han intentado llegarse al presidente de la nación, aunque más no sea para entregarle en mano una petición? Casi me animaría a decir que eso es casi imposible porque siempre está rodeado de custodios que no permiten que uno se acerque.
Para lograr una entrevista, hay que mandar una carta solicitando audiencia y explicando el motivo. La mayoría de las veces estas solicitudes no son atendidas o si se atienden, no es por el Presidente mismo sino por alguna persona de su gabinete o secretaría.
Algo similar sucedía con el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Ellos no podían comunicarse directamente con Dios. Cuando Salomón construyó el Templo en Jerusalén utilizó el modelo del Tabernáculo. Así que allí tenía el lugar santo y también el lugar santísimo, ambos separados por “…un velo de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino torcido; será hecho con querubines, obra de hábil artífice” (Éxodo 26:31).
El lugar santísimo era donde descansaba o habitaba la presencia del Dios de Israel y solamente el sumo sacerdote estaba autorizado a entrar a ese lugar una vez al año, coincidiendo con el día ceremonial de la expiación de pecados. Mientras tanto, el pueblo de Israel permanecía afuera, esperando. Si alguna otra persona que no fuese el sumo sacerdote intentaba entrar en el lugar santísimo, seguramente moría.
Ahora, en el Nuevo Testamento, Jesús como Sumo Sacerdote se sacrificó por el pecado de la humanidad y en el mismo instante de su muerte “…el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo…” (Mateo 27:51). ¿Qué impresionante, no? Que un velo tan grande y pesado se haya rasgado en dos en ese preciso instante. Es que esa fue señal de Dios Padre al aceptar el único y digno sacrificio de Su hijo amado para salvación de muchos. Gracias a ello todos tenemos libre acceso a Él.
En consecuencia, a través de la sangre expiatoria de Cristo, todos los que recibimos Su perdón de pecados por fe, mediante Su gracia somos invitados a acercarnos a Dios “…por un camino nuevo y vivo que El inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne…” (Hebreos 10:20), “…puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús…” (Hebreos 10:19). Podemos ser bendecidos por la presencia de Dios en lugar de morir al instante (Éxodo 33:20-23). El sacrificio de Jesucristo en la cruz, hizo posible mi acceso (y el tuyo) directo a Dios, el Padre Celestial.
Con la muerte de Cristo ya no necesitamos intermediarios sino que directamente podemos acercarnos a Dios. Lo único que necesitamos es un corazón sincero, humillado y arrepentido, que ame a Dios, que tenga fe y confíe en Él. Nuestro sumo sacerdote ahora es Cristo, quien intercede por nosotros cada día.
Dios nos ha regalado un arma poderosa que es la “ORACIÓN”. Mediante ella tenemos acceso directo a Él. No necesitamos mediadores, o enviar carta de presentación o hacer peticiones y esperar ser aceptados o atendidos. La oración, es el medio más eficiente y eficaz que todo creyente tiene para acercarse a Dios y ser escuchado en cualquier momento y lugar, bajo cualquier circunstancia.
Les animamos a hacer uso de esa poderosa arma que es un regalo de Dios.
Ya que el velo se ha rasgado y tenemos las puertas abiertas, aunque nos cueste entender el misterio de “la oración” sigamos haciéndolo, sigamos orando, formemos un hábito de ello, porque: “Las pequeñas y grandes batallas, se ganan en oración”.