¿Has abandonado tu primer amor?
Actualizado: 31 ago 2022
Basado en: Apocalipsis 2:3-4
“Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos…Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado. Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor".
Cerca del final de su vida, Juan recibe una visión de Cristo, la cual escribió para el beneficio de las siete iglesias en Asia y para los cristianos a través de la historia. Una de ellas es el mensaje a la iglesia en Éfeso.
Éfeso fue la capital de Asia Menor, un centro comercial por tierra y mar y junto a Alejandría y Antioquía de Siria fue una de las tres ciudades con mayor influencia en la parte oriental del imperio Romano. El templo de Diana (Artemisa), una de las maravillas del mundo antiguo, se hallaba en esta ciudad y una importante industria era la creación de imágenes de esta diosa. A pesar de ello, los cristianos se mantuvieron firmes e inamovibles en su fe.
Cuando el pasaje hace pensar que habían perdido el amor al Señor, el contexto indica que más bien habían perdido el amor al prójimo. El problema no era tanto que habían descuidado su vida espiritual, sino que habían dejado a un lado sus relaciones de afecto y respeto hacia los demás. Y de hecho, el perder esa caridad fraterna, los efesios estaban faltando en su amor al Señor mismo. Dejar de amar al prójimo aun cuando esté equivocado o incurra en graves errores, es ya en sí dejar de amar a Cristo. Los cristianos de Éfeso se habían ido transformando en “legalistas” y habían olvidado el amor al prójimo.
A pesar del elogio de Cristo hacia la iglesia de Éfeso por su arduo trabajo, paciencia, resistencia al pecado, y permanecer en sufrimiento paciente sin claudicar, estos buenos esfuerzos que fueron la resultante del amor a Jesucristo debían de haber sido el resultado del amor entre hermanos. Tanto Jesús como Juan subrayaron el amor de los unos a los otros como una prueba auténtica del evangelio.
Cuantas veces sutilmente el amor a Cristo y al prójimo ha quedado reemplazado o dejado de lado por el amor al éxito, al poder, al exceso de trabajo, a las relaciones cerradas, al ocio desmedido que desperdician nuestra dedicación al necesitado. Por no vivir desde el amor, el cristiano pierde todo el fundamento y razón de su existencia. Dios pide que abramos nuestros propios ojos y corazón a fin de ver las necesidades de los que nos rodean, de la misma manera que miramos las nuestras.
El ser humano es por naturaleza egoísta e individualista y mucho de lo que hace está dirigido a su propia satisfacción. Generalmente busca su propio bienestar y muestra poca consideración a los intereses de los demás. A través del mensaje de Juan a la iglesia de Éfeso, Jesús pretende movilizarlos a identificarse con las necesidades y a ponerse en la situación del otro.
Cuando los escribas interrogaron a Jesús sobre el gran mandamiento, Jesús les contesta:
“…amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos” (Marcos 12:30-31).
Jesús responde claramente que el mandamiento principal es amar a Dios de manera absoluta. Pero une a este mandamiento otro, que consta en (Levítico 19:18) “…amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
La afirmación de Jesús es clara: el amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en actitud de amor. Esto es lo esencial.
No es posible entonces amar a Dios viviendo de espaldas al prójimo, en especial a los que sufren. La única postura ante cualquier persona que encontramos en nuestro camino es amarla y buscar su bien como quisiéramos para nosotros mismos.
Cuando conocimos y entregamos nuestra vida a Cristo, nos parecía poco lo que hacíamos en pos de los que nos necesitaban, pero el tiempo y el acostumbramiento, fueron apagando ese primer amor.
¿Seguimos amando y dedicándonos a Dios y al prójimo como lo fue en el primer momento, como cuando lo conocimos, cuándo fue nuestro primer amor? ¿O nuestra creciente individualidad hace que estemos cada día más “enfrascados” en nuestros problemas, en nuestro interior que hace que nos alejemos de Dios y de nuestro hermano y hemos perdido y olvidado ese “primer amor”?
Oremos al Espíritu Santo para que seamos movidos a preocuparnos más por las necesidades del otro, supliendo con amor sus carencias y necesidades. Y si no podemos estar personalmente, dediquemos tiempo a la oración por el necesitado. De esa manera iremos forjando y moldeando el carácter de Cristo en cada uno de nosotros.
Dios los bendiga!