¡No te detengas, no mires atrás!
Cuando alguien privado de su libertad, la recupera por alguna razón, ese momento debería ser motivo de euforia, alegría, felicidad, soñar con vivir la vida plenamente, (aquella que había sido cercenada, robada o negada), sin embargo cuando Moisés liberó al pueblo de Israel de cuatrocientos treinta años (Éxodo 12:40) de esclavitud en Egipto, y lo lideró a través del desierto a la tierra prometida “...una tierra que mana leche y miel…” (Éxodo 33:3), el pueblo se sintió disconforme, comenzó a quejarse y lamentarse.
Que extraño, que paradoja.
El camino recorrido se estima en unos cuarenta años, cuando en realidad les hubiese tomado en línea recta unos once días. Por su testarudez, sus incongruencias y desobediencia “… porque no escucharon la voz del Señor…” (Josué 5:6), Dios los mantuvo años dando vueltas por el desierto.
¿Qué sucedió en el ínterin? ¿Por qué protestaban? ¿Por qué anhelaban su vida de esclavitud? ¿Por qué querían regresar a Egipto? Hubo descontento entre los israelitas. Comenzaron a sentir nostalgia y protestaron por lo que comían; por no tener carne ni pescado, ni legumbres y por falta de agua. Pero en las Escrituras leemos que Dios los alimentaba con maná que “…era como semilla del cilantro, blanco, y su sabor era como de hojuelas con miel.” (Éxodo 16: 31) y con trigo que caía de los cielos e hizo llover carne como polvo y no se les gastaba la ropa ni se les irritaban los pies. Sin embargo, vivían protestando; añoraban las ollas de carne de Egipto y en más de una oportunidad se plantaron delante de Moisés negándose a seguir viaje.
La promesa de Dios hacia su pueblo seguía vigente. Dios les entregaría la tierra prometida. Pero ellos prefirieron mirar hacia atrás, recordar y añorar lo que había quedado atrás, en vez de mirar hacia adelante. No tuvieron valor, extrañaban lo cotidiano, al desafío de un nuevo tiempo, un nuevo horizonte.
Claro el futuro era incierto, desconocido.
En la película Titanic, luego de la colisión con el iceberg, la mayoría de los pasajeros gritaban con desesperación e intentaban salvarse de alguna manera, pero estaban los otros, los que prefirieron quedarse, permanecer a pesar de lo que se avecinaba. ¿Qué los motivó? ¿Porque preferían mirar atrás y no intentar salvarse? Es que su mirar atrás implicaba en ese momento, mirar sus pertenencias, sus joyas, su dinero y lingotes de oro que permanecía en las cajas fuertes del barco. Prefirieron mirar atrás (hundirse con sus pertenencias) a mirar hacia adelante, (posibilidad de luchar por la vida).
En Génesis 19:17 se relata la historia de Sodoma y Gomorra que eran pueblos con un alto grado de corrupción. Dios envió a sus ángeles a avisar a Lot y a su familia, que debían escapar por que traería juicio sobre las ciudades. Pero había una consigna a respetar. Al huir, en ningún momento debían detenerse ni mirar atrás, pero la mujer de Lot se detuvo y miró hacia atrás, y se convirtió en una columna de sal y pereció.
Cuantas veces se nos presenta una nueva posibilidad, un cambio de paradigma. Puede ser un cambio de residencia, un cambio de carrera, un cambio de trabajo, un cambio de estado civil, una ilusión, un sueño. Pero por temor a lo desconocido y a enfrentar nuevos desafíos, no nos animamos y nos quedamos anclados en el mismo puerto por largo tiempo demorando así el fluir de la bendición que Dios nos tiene preparada.
Si creemos con fe que Dios nos acompañará de la misma manera que lo hizo con el pueblo de Israel cuando “El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitó de delante del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche”. (Éxodo 13:21-22), llegaremos a buen destino y seremos partícipes de la bendición.
No miremos atrás para ver lo que queda, sino miremos adelante para ver lo que Dios tiene preparado para nosotros, porque “…para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien…” (Romanos 8:28). Si oramos y Dios nos muestra la posibilidad de cambio en alguna área, apuremos el paso para no perder lo que vendrá. Apuremos el sueño para convertirlo en realidad. Sin prisa y sin pausa haremos camino sin mirar atrás.
Oremos a Dios para que traiga claridad sobre nuestros pasos y sigamos caminando, no nos detengamos, no miremos atrás, sino miremos hacia a delante “que lo mejor está por venir”.