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El Tesoro Escondido y La Perla de Gran Precio (I Parte)


"El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo".


"El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró".


En Mateo 13, Jesús enseña siete parábolas. Dos son muy breves: “El tesoro escondido y La perla de gran precio” y todas ponen el énfasis en la misma temática: el valor inestimable del Reino.


El primer hombre, vendió todo y compró un campo. El segundo también vendió todo y compró una perla. Ambas parábolas están diseñadas para enseñar el valor incomparable e inestimable del Reino de Dios.

Jesús hablaba permanentemente del Reino de Dios. Pero ¿qué significaba para Él y que entendían por “reino” los judíos?


Para ese entonces, el pueblo judío se hallaba bajo el yugo de la tiranía romana. Los tiempos de gloria y días dorados del rey David y el rey Salomón, ya eran historia. Ellos aguardaban la palabra profética, de que vendría uno de la descendencia de David que gobernaría a su pueblo con justicia y paz. Los judíos anhelaban un reino terrenal, visible y político en donde los opresores sería derrotados, y como pueblo escogido por Dios, disfrutarían una prosperidad inimaginable. Consideraban al Mesías prometido como Aquel que cambiaría las estructuras de su sociedad. Un Mesías que llegaría con toda pompa y lujo, con todo boato y suntuosidad.


Pero hagamos un poco de historia. Tiempo antes de comenzar Jesús su ministerio terrenal, ya Juan el Bautista, había batallado contra tales expectaciones. Aquel cambio se produciría cuando se arrepintiesen de sus pecados. Ya sea por la humildad “…si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14), por el arrepentimiento y por la fe en Cristo. Era necesario un cambio espiritual. Juan advertía que el hacha ya estaba puesta a la raíz del árbol de sus vidas. Todo árbol que no daba buen fruto sería cortado y echado al fuego. Este fue también el mensaje del reino traído por nuestro Señor.


Por medio de tales palabras Juan buscaba alejar al pueblo de sus sueños extravagantes. No todos los descendientes físicos de Abraham entrarían al reino; solamente aquellos que oían y se arrepentían y creían. Y solamente por medio de la obra del Espíritu de crear un nuevo nacimiento que produce fe con todos sus componentes, se entraría al reino de Dios.


El reino de los cielos es más valioso que cualquier cosa que podamos tener, de modo que una persona debe estar dispuesta a dar todo lo que tiene para obtenerlo. El hombre que descubrió el tesoro en el campo tropezó con él por accidente, pero notó su valor. El mercader buscaba diligentemente la perla elegida; cuando la halló, vendió todo lo que tenía para comprarla.


Continuará…

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