El Tesoro Escondido y La Perla de Gran Precio (III Última Parte)
El “Tesoro escondido y La perla de gran precio” según vimos, son dos parábolas cortas. La primera, el hombre vendió todo y compró un campo. En la segunda, el hombre vende todo y compra una perla. Dos parábolas instruidas por Jesús a sus discípulos para enseñar que el Reino de Dios, es inestimable en su valor. Y cuando hablamos acerca del Reino, estamos hablando, de Cristo mismo y el regalo de Su salvación. Un regalo que es un tesoro incorruptible, incomparable, incontaminado, perpetuo y eterno.
También nosotros debemos buscar la perla única. Hay solamente una perla "de gran precio". Hay un solo Salvador, hay un solo evangelio, hay una sola iglesia, hay una sola esperanza. Dice Efesios 4:4-6, “…un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos”.
Nosotros en cierta manera somos como el mercader. Porque en términos generales somos buscadores incansables. Buscamos que estudiar, donde trabajar, una pareja para casarnos, donde vivir. Buscamos vivir una vida tranquila. Buscamos la felicidad. Y estas son buenas perlas, pero aun con todo esto el ser humano sigue buscando. Porque aunque éstas sean buenas perlas, no llenan el alma. Solo lo que es espiritual puede llenar el vacío que existe en nuestra vida.
Es cierto que existen muchas perlas preciosas en este mundo pero solo una puede realmente llenar nuestro corazón completamente y se llama, Jesús. Tanto el hombre que encontró el tesoro escondido como el mercader que encuentra la perla preciosa, venden todo lo que tenían para comprar esa tierra. Pagaron el precio completo. Sabían que el tesoro como la perla recompensaría la inversión. Reconocieron, apreciaron y estimaron su valor.
Los que rechazan el Evangelio no reconocen su valor. Para ellos no tiene valor. Otras muchas cosas sí tienen valor, pero el Evangelio no. Todo el mundo busca lo que considera de valor, lo que vale la pena, lo que lo beneficia. El Evangelio trae salvación al alma, reconciliación con Dios, el gozo verdadero, paz y contentamiento en cualquier circunstancia de la vida, y la esperanza de vida eterna, pero estas cosas no son valoradas para la mayoría de las personas.
Para ellos solamente las cosas de esta vida (bienes materiales, placeres, consumismo, poder, honores humanos, etc.) tienen valor. El valor y lo preciado del Reino de los cielos, el valor y lo preciado de la salvación no son vistos ni tomados en consideración por muchos. No lo ven aunque está ahí y se lo puede apreciar cara a cara. Él mundo ve al creyente y no entiende esto de adorar a Dios. No entienden por qué ofrendamos nuestras vidas a Jesucristo (y si no habría que preguntarles a cada uno de los mártires alrededor del mundo que no esconden su fe por sostener a Cristo como su salvador y Señor). No entienden por qué queremos vivir y obedecer un código de ética y reglas que van en contra de las lascivias e impulsos más profundos que existen. No entienden por qué valoramos tanto esto cuando significa tan poco para ellos. No, el Reino no es visible superficialmente.
El Reino tiene valor, pero el Reino también está escondido de los que buscan a nivel superficial y no quieren buscar profundamente. La verdad está escondida en la Palabra de Dios. Esa es la razón por la que en Lucas 13:24 dice: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán”. Entonces, el Reino es preciado. El Reino está escondido. El Reino es apropiado de manera personal y el Reino es la fuente de gozo verdadero. El Reino es encontrado a partir de circunstancias diferentes, pero el precio es siempre el mismo, el negarse a uno mismo para recibir la soberanía suprema de Jesucristo.
Oremos y roguemos a Dios para que podamos ser merecedores de estar, vivir y compartir el “Reino de Dios”; la perla preciosa. Debemos aprovecharnos de la salvación que Dios nos ofrece a través de Jesús. Cada uno debe adueñarse de ella, pero debe comprender que tiene un valor y es abandonar nuestra “…anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad”. Efesios 4:17-24
De otro modo esta gran bendición no es bendición para nosotros. El Evangelio no fue revelado para ser simplemente admirado, sino para comprarlo, apropiarse, sujetarse y ponerlo en práctica. "Compra la verdad, y no la vendas…” Proverbios 23:23