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Cristo es mi fortaleza


“Y sucedió que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando dejaba caer la mano, prevalecía Amalec. Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y se sentó en ella; y Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron sus manos firmes hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada… Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El Señor es mi Estandarte…”

¿Cuántas veces nos apoyamos en nuestras fuerzas, creyendo que todo lo podemos?


Moisés venía de lidiar en el desierto con un pueblo insatisfecho, protestón y quejoso. Y en medio de estas adversidades había que hacerle frente a pueblos hostiles e idólatras.


Moisés representaba para su pueblo un digno referente de la misericordia, la bondad, cuidado y voluntad de Dios. A pesar de ello muchas veces el malestar se levantaba en su contra y su hartazgo y cansancio salían a luz.


En el relato se ve a un Moisés animando a su pueblo en batalla contra Amalec. Moisés, en lo alto de una colina los alentaba mientras mantenía sus brazos en alto de manera que lo pudiesen ver. De esa manera el pueblo ganaba, pero cuando bajaba sus brazos, los amalecitas prevalecían.


Pero Moisés no era un superhéroe, era humano como vos y yo y se cansaba. De ahí que su hermano Aarón y Hur prepararon una piedra para que se sentara, mientras cada uno de ellos le sostenía en alto sus brazos para que no se cansara.


Moisés, hombre elegido por Dios que hablaba (oraba) asiduamente cara a cara con Dios, ¿cómo podía ser posible que teniendo esa íntima relación se pudiese cansar cumpliendo la voluntad de Dios?


Moisés era como cualquier mortal que puede llegar a rendirse por soportar pesadas cargas. Algunos creen que a los seguidores de Cristo las batallas no los va a tocar, que van a ser inmunes. Pero esto es una utopía, es un pensamiento falaz. No somos perfectos ni mucho menos fuertes.


Somos vulnerables y como Moisés debemos aceptar y agradecer la ayuda que Dios puede darnos y que seguramente se manifestará de la manera que a Él le plazca y crea conveniente. Debemos ser receptivos y estar dispuestos a recibirla. Oremos para que Dios levante nuestros brazos cansados y que estos no se rindan ante la depresión, el abatimiento, la angustia y las preocupaciones.


No creamos que solos podemos luchar en esta vida. Dios está aguardando que lo convoquemos en oración y venga en nuestro auxilio. Él levantará nuestros brazos para ayudarnos a seguir adelante y fortalecernos para que Su voluntad sea cumplida.

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