¿Son los límites necesarios? (II Parte)
El valor de los límites
“Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu.” (Proverbios 25:28). Traspasar los límites conlleva siempre un riesgo. Recuerdo con tristeza para fines del 2015 las redes sociales estallaron haciendo eco de la noticia sobre la muerte del león Cecil. Un león semidomesticado, tranquilo y majestuoso que era símbolo del parque nacional de Hwange, en Zimbabue.
Al parecer, el león Cecil fue atraído fuera de los límites del parque Hwange con una carnada y luego atacado con arco y flecha para que 40 horas después el cazador furtivo (un dentista norteamericano) le diera el golpe final con un arma de fuego. Él vivía tranquilo dentro de sus límites, los traspasó y encontró la muerte.
Todos intentamos respetar los límites (o al menos algunos lo hacen). El que no tiene límites viven tan descontrolado que deja de importarle la vida de los demás. Los límites definen la persona, lo que soy y lo que no soy. Tengo libertad cuando sé cuál es mi dominio y mi responsabilidad. Puedo vivir felizmente si sé cuál es mi territorio. Además los límites nos ayudan a entender lo que no nos corresponde y de lo que no somos responsables.
Muchas veces los jóvenes reclaman libertad, pretenden ser libres y andar por la vida sin control alguno. Ellos no quieren poner límites ni que se los impongan. Ellos ignoran o niegan creer que hay actividades que son dañinas para ellos y para los de su alrededor. Es por eso que es el deber de los padres poner límites sobre sus hijos desde una edad temprana. “Si nunca tenemos dolores de cabeza por reprender a nuestros hijos, tendremos un montón de dolores de corazón cuando crezcan”. Charles H. Spurgeon
Los límites son parecidos a convicciones. Convicciones son creencias firmes. El que tiene convicciones dice, “no voy a hacer tal cosa porque está mal”. Si tenemos convicciones, a su vez tendremos límites y estaremos en desacuerdo con la letra de la canción de los Babasónicos que dice: “Algunas noches soy fácil, no acato límites”.
Los mismos padres deben tener límites en cuanto a lo que van a tolerar. Hay padres permisivos que acceden a que sus hijos se reúnan en una casa a hacer ‘la previa” para luego seguirla en algún boliche nocturno, pero están los que no lo permiten, se plantan de manera firme y enseñan a sus hijos que hay un límite en cuanto a lo que se puede hacer; de que hay cosas que les conviene y otras no. “Algunos de ustedes dicen: «Yo soy libre de hacer lo que quiera.» ¡Claro que sí! Pero no todo lo que uno quiere, conviene; ni todo fortalece la vida cristiana”. (1 Corintios 10:23)
Algunos padres ponen límites pero después no tienen la autodisciplina ni la constancia para seguir observándolos. En tal caso, el límite impartido es como una fina línea dibujada con una ramita en la arena de la playa, la marea sube y se desdibuja su forma. Para que los límites sirvan deben ser impartidos con sabiduría y autoridad cristiana fundamentada en la palabra de Dios. Que el compromiso que tomemos para impartirlos y hacerlos cumplir sean un ¡sí y un amén!
Continuará en la Última Parte – ¿Hay razón en poner límites?