¿Hay razón para poner y acatar límites? (III - Última Parte)
Los límites nos ayudan a alcanzar metas.
Para alcanzar metas hay cosas que tenemos que hacer y en otros casos, dejar de hacer. El Apóstol Pablo dijo, “… prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).
Terminaron los Juegos Olímpicos 2016 y para competir, cada atleta debía conocer muy bien el límite de su rendimiento, como su régimen de comidas, salud, salidas, ejercicios físicos, horas de descanso. La modelo de pasarela tal cual se la ve desfilar, ha tenido que respetar límites en lo personal tanto internos como externos, el empleado de oficina debe aceptar los límites que les imponen sus jefes y los niños en el colegio, los que sus maestras y superiores les indican. Hasta cada país del mundo tiene su límite geográfico el cual defender y hacer respetar y los que no lo entienden de esa manera son los que viven luchando y en continuas guerras.
Por donde miremos hay límites a respetar y no por eso vamos a pasar a ser unos “sometidos” y dejar de ser más o menos libres, justamente “La libertad consiste en reconocer los límites” Jiddu Krishnamurti .
Muchas veces sentimos angustia, pesar e impotencia por los que no respetan límites en cuanto a lo que dicen y/o hacen. La regla de oro que Jesús nos dejó dice: “Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.” (Mateo7:12). Poniendo por obra esta ley ayudará en gran manera a saber qué límites debemos poner sobre nosotros mismos.
Aún nuestra relación con Dios exige que tengamos límites. Hay cosas que un creyente puede hacer y otras veces dejar de hacer. Para dar un ejemplo, hay creyentes que sabiendo las mortíferas consecuencias del cigarrillo para la salud, aun siguen fumando mientras otros suelen visitar páginas de internet cuyo contenido no es apto para un discípulo de Cristo. Si amamos a Dios y nos consideramos sus seguidores, entonces debemos cumplir en respetar los límites ya que hay actitudes que no son para nada agradables a Dios.
Nuestros primeros padres, en el Jardín del Edén tuvieron que respetar el límite que Dios les había encomendado, pero lo traspasaron, hicieron lo que les parecía sin acatar la voluntad de su Creador y pecaron y por ellos, toda la humanidad.
Observar los límites y no excederse es para bien. Oremos a Dios por sabiduría para reconocer donde existe el límite y por la fuerza para no transgredirlo. Respetémoslos con interés y obediencia, con apego a sus normas. Todo lo que hagamos o digamos es monitoreado por nuestro Dios. No seamos insensatos y pensemos que “El Señor no nos ve; el Señor ha abandonado la tierra.” (Ezequiel 8:12), porque desde la misma Creación, el Señor no se ha desentendido de sus hijos, sino que nosotros con nuestras actitudes, nos vamos separando y apartando cada vez más de Él.
No nos importe que por acatar límites o hacerlos acatar seamos tildados de “flojos o debiluchos” pues vivimos “…en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo…” 2 Corintios 10:3 (TLA) ya que vivimos como “…extranjeros y peregrinos sobre la tierra… anhelan (do) una patria mejor, es decir, celestial”. Hebreos 13 y 16
Acatar límites no siempre resulta fácil, pero con la ayuda del Espíritu Santo en oración, todo se puede hacer más fácil de entender y por consiguiente…de cumplir.