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La Higuera Estéril - (I Parte) “El amor y la paciencia de Dios”


El amor y la paciencia han sido siempre características de Dios para con su pueblo. Y al referirme a “su pueblo” no lo limito al pueblo de Israel, sino a todos aquellos que hemos sido llamados, los que hemos sido injertados y adoptados sin haber nacido en la tierra prometida. Los que estamos dentro de la promesa que Dios hizo a Abraham en Génesis 15:5 cuando “…le dijo: Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas…Así será tu descendencia”. Somos parte de esa descendencia en donde todas las familias de la tierra serán benditas a través de él. (Génesis 12:2-3)


Porque hubo un “…tiempo (en donde) estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad”. (Efesios 2:12-16).


Es correcto, hay un pueblo elegido, pero en la cruz de Cristo hemos sido reconciliados para que todos seamos uno (Juan 17:21). Cristo derribó las paredes y gracias a esas paredes que fueron derribadas, podemos disfrutar de una verdadera unidad con otros a quienes quizás ni conozcamos. Gracias al sacrificio de Cristo, todos somos parte de una misma familia en donde experimentamos su amor por nosotros (Juan 3:16).


Pero vayamos al mensaje de: “La higuera estéril” en Lucas 13:6-9


En ella, el dueño de un campo va a visitar su viña y cuando llega ve que su árbol de higo no ha dado fruto. El hombre disgustado y cansado de esperar (hacía ya tres años que no daba fruto) pide al viñador (el encargado de la viña) que corte y saque el árbol ya que no tenía razón de ser, aparte de estar ocupando un lugar aprovechable para otra planta.


Sin embargo el viñador se entristece por la decisión e intercede por la higuera pidiéndole más tiempo, pues él se comprometería a que diese fruto. Para ello cavaría un zanja a su alrededor y lo abonaría esperando ver su fruto crecer. Y si para cuando regresase el dueño no había dado fruto alguno, entonces lo sacaría de la tierra.


Ahora, viendo la parábola desde nuestra perspectiva (ya que las parábolas son ilustraciones que fueron hechas para enseñanza), podemos interpretar que la higuera bien podemos ser cualquiera de nosotros plantados en la viña del mundo. Dios (dueño de la viña) viene a ver y a recoger el fruto (las acciones) de sus hijos (Mateo 7:20). Pero al ver que sigue sin dar fruto, porque su vida sigue igual, desoyendo y desobedeciendo sus mandamientos, se cansa y pide al viñador (Jesús) que se olvide, pues es una causa perdida.


Sin embargo, el profundo amor del viñador (Jesús) quien es el encargado de cuidarlo, regarlo y alimentarlo con su palabra, intercede y media (1 Timoteo 2:5) ante el Padre Celestial para que le dé más tiempo. Le pide una nueva oportunidad. Él se encargaría de hacer todo lo posible para lograr un buen fruto, pero si pasado un tiempo se niega a recibirlo, a escuchar y a obedecer, entonces lo dejaría en manos del Padre para justicia (Salmos 58:11).


Creo que Jesús enseña esta parábola como advertencia de que Dios no va a tolerar para siempre la infecundidad, la esterilidad y la falta de fruto de sus hijos.


¿Hasta dónde llega la paciencia de Dios? ¿Cuánto tiempo es capaz de esperar?


Continuara en la II Parte – “La paciencia de Dios no es eterna”

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