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Pobre en espíritu - (III Parte)

David, futuro rey de Israel


El rey Saúl tenía celos de David. Sus celos eran por la estrecha amistad que tenía éste con Jonatán, su hijo y por su creciente popularidad para con su pueblo. Todo Israel y Judá amaba a David. A raíz de ello el rey lo miraba con recelo. El aprecio que tenía hacia él, se fue transformando en desprecio al punto de querer (en una ocasión) matar a David arrojándole su lanza (1 Samuel 18:11).


Por otro lado, a David, se le presentó una oportunidad para vengarse del rey Saúl. Sin embargo no lo hizo, se turbó su corazón diciéndole a sus hombres: “El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi rey, el ungido del Señor, de extender contra él mi mano, porque es el ungido del Señor” (1 de Samuel 24:6).


El rey Saúl (con oscuras intenciones) ofreció a su hija mayor Merab por esposa a David. Sin embargo ante tal ofrecimiento David le contestó de la siguiente manera: ¿Quién soy yo, o qué es mi vida, o quién es la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey? (1 Samuel 18:18). Finalmente no fue Merab sino Mical, otra hija de Saúl y que amaba a David la elegida por esposa. Cuando los criados de Saúl se lo comunicaron, David les respondió: “Yo no soy más que un hombre pobre y sin importancia. ¿Cómo pueden pensar que llegaré a ser yerno del rey?” (1 de Samuel 18:23).


En ningún momento David por ser pobre de espíritu se lo pudo haber tildado de débil, tímido o temeroso. Él simplemente aceptó la soberanía y gobierno de Dios y no intentó hacer lo que le parecía, sino respetar los designios de Dios.


Por lo tanto cabe aclarar que ser “pobre de espíritu” no es señal de ser falto de carácter o debilucho. Pobre en espíritu es comenzar a contemplarse a sí mismo, reconocer la propia fragilidad y aceptar la soberanía de Dios no tratando de hacer las cosas por uno mismo, como ser independiente.


Cuando uno es pobre en espíritu, pone sus ojos en Dios esperando su dirección, dependiendo de Él. Es aguardar y confiar en los pensamientos y caminos del Señor que no son los nuestros (Isaías 55:8). Es una dependencia en gratitud, amor y reverencia.


Continuara en la (IV Parte) – Pobre en espíritu “Paradigmas en el Nuevo Testamento”

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