¿Suceden las cosas porque si?
¿Todo sucede por algo? La respuesta corta es "sí"; porque Dios es soberano, no existe la casualidad ni eventos que suceden fuera de control. Los propósitos de Dios puede que nos sean ocultos (Deuteronomio 29:29), pero podemos estar seguros que detrás de cada evento hay un propósito. Hubo un propósito para la resurrección de Lázaro en (Juan 11). Hubo una razón por todo lo que tuvo que vivir José, aunque el propósito de sus hermanos fue muy diferente del propósito de Dios al permitirlo (Génesis 50:20). Hubo un propósito en la muerte de Jesús. Las autoridades de Jerusalén tenían sus razones, basadas en malas intenciones, mentiras y calumnias, y Dios tuvo las suyas, basadas en la justicia y la redención de la humanidad. La soberanía de Dios se extiende incluso hasta la más humilde de las criaturas: “…sin embargo, ni uno de ellos (pajarillos) caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre”. (Mateo 10:29) y hasta lo más sorprendente “…aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. (Lucas 12:7). Varios factores nos ayudan a saber que todo sucede por algo: la ley de causa y efecto, la doctrina del pecado original, y la providencia de Dios. Todo esto demuestra que todo sucede por una razón, y no sólo por casualidad o por azar, sino por “causalidad”. En primer lugar, existe la ley natural de la causa y el efecto, también conocida como la ley de la siembra y la cosecha (Eclesiastés 3:2). Pablo dice, " No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. (Gálatas 6:7-8). Esto significa que en cada acción que realicemos o cada palabra que pronunciemos, ya sea para bien o para mal, hay ciertos resultados inevitables que vendrán (Colosenses 3:23-25). Alguien podría preguntar, "¿Por qué te echaron de tu trabajo?, y la respuesta bien podría ser, "Porque falté a la confianza en mi trabajo, hice lo que no debía, me equivoqué, robé, mentí y se dieron cuenta". Esa es la causa y el efecto. Todo lo que hacemos es una inversión en la carne o una inversión en el Espíritu. Vamos a cosechar lo que hemos sembrado, y cosecharemos en proporción a cómo hemos sembrado. " Pero esto digo: El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará”. (2 Corintios 9:6). El creyente que camina en el Espíritu y "siembra" en el Espíritu, va a recoger una cosecha espiritual. Si su siembra ha sido generosa, la cosecha será abundante, si no en esta vida, ciertamente en la vida venidera. Por el contrario, aquellos que "siembran" para la carne van a cosechar una vida sin todas las bendiciones de Dios, tanto en esta vida como en la vida por venir (Jeremías 18:10; 2 Pedro 2:10-12). La razón por la que algunas cosas suceden, generalmente se remontan al pecado original en el jardín del Edén. La biblia es clara en que el mundo está bajo maldición (Génesis 3:17), lo que ha resultado en enfermedades, dolencias, desastres naturales y muerte. Aunque todas estas cosas están bajo el control supremo de Dios, a veces son utilizadas por Satanás para infligir sufrimiento a las personas (Job 1 y 2; Lucas 9:37-42; 13:16). Quizás en algún momento nos cuestionemos, ¿Por qué tengo esta enfermedad? ¿Por qué a mí? ¡No es justo!, y la respuesta podría ser una de estas: 1) porque vivimos en un mundo caído, y todos estamos sujetos a la enfermedad; 2) porque Dios nos está probando y fortaleciendo nuestra fe; o 3) porque por amor Dios nos está disciplinando. (Hebreos 12:7-13 y 1 Corintios 11:29-30). Entonces tenemos lo que se llama la providencia de Dios. La doctrina de la providencia sostiene que Dios silenciosamente y de manera invisible, obra a través del mundo natural para controlar los eventos. Dios, en su providencia, lleva a cabo sus propósitos a través de los procesos naturales en el universo físico y social. Para el no creyente, cada efecto puede remontarse a una causa natural, y no hay ningún indicio de algo milagroso, sino que apunta a la "coincidencia". Pero los creyentes proclaman que Dios organiza las coincidencias. El inconverso ridiculiza tales ideas porque él cree que las causas naturales pueden explicar plenamente cada evento sin hacer referencia a Dios. Pero los seguidores de Cristo estamos totalmente seguros de esta profunda verdad: "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito" (Romanos 8:28). En la vida de José se ve claramente la providencia de Dios aunque cueste entenderlo al principio. De ser vendido como esclavo por sus hermanos, ser provocado, engañado y encarcelado su vida dio un giro de ciento ochenta grados pasando a ser la mano derecha de faraón y a través de él su pueblo se salvó de la hambruna que había en esos tiempos y la familia de José volvió a unirse dejando de lado todo rencor o resentimiento.
Dios siempre obra en la vida de sus hijos, y en su bondad, siempre nos llevará a buen término, puesto “…que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. (Filipenses 1:6). Los eventos que definen nuestras vidas no son simplemente el resultado de causas naturales o del azar. Están ordenados por Dios y planeados para nuestro bien (Romanos 8:28).
Cuando vemos como se va desarrollando algunos aspectos de nuestra vida, muchas veces nos desanimamos porque pensamos que Dios nos ha abandonado o se ha olvidado de nosotros o que no somos tan importantes para que nos tenga en cuenta, pero al mirar hacia atrás en los acontecimientos pasados, somos capaces de ver claramente su mano de providencia, incluso en los momentos más difíciles. Todo acontecimiento tiene una razón de ser y para nosotros los creyentes no hay casualidad sino causalidad.
Todo es para que se cumpla el perfecto plan de Dios.