Sobre qué cimientos nos edificamos - (II Última Parte)
Jesús, la piedra angular.
Dios entregó la ley a Moisés y habló en otros tiempos a través de los profetas y patriarcas, pero en el Nuevo Testamento ha hablado a través de su Hijo, Jesús.
Jesús, era el Mesías prometido, sin embargo cuando vino a su pueblo, ellos le rechazaron (Mateo 21:42). Los judíos no lo entendieron y cuando Jesús les cita el Salmo 118:22, les estaba demostrando a los incrédulos líderes que incluso su rechazo estaba profetizado en las Escrituras. Jesús era la “piedra angular” que fue desechada por los edificadores.
La palabra se cumplió “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. (Juan 1:11). Jesucristo fue rechazado pero ha pasado a ser la “cabeza del ángulo”. Esa piedra angular que asegura que las demás piedras del edificio permanezcan, estén derechas y a nivel. La vida y las enseñanzas de Jesús son la base y fundamento de su iglesia. Nadie podrá poner otro fundamento porque ya está puesto, el cual es Jesucristo, nuestro Señor (1 Corintios 3:11).
Jesús es la parte más importante de la iglesia, la pieza sobre el cual se apoya, fortifica y crece. Es el que la mantiene unida. Sin Él no habría iglesia, porque no podría sostenerse. Un edificio será sólido tanto como lo sea su fundamento. El fundamento de nuestra vida es Jesucristo, Él es nuestra base, nuestra razón de ser. Cada cosa que somos y hacemos debe encajar en el molde que se ha dado por medio de Cristo.
Sin embargo muchas veces edificamos sobre el humanismo, sobre planos humanos, sobre estrategias de hombre, sobre un andamiaje de cosas donde Jesús no es la piedra fundamental. Lisa y llanamente es una piedra más del edificio pero no es la fundamental.
Cuando construimos nuestro matrimonio, cuando creamos nuestro emprendimiento, forjamos nuestro estudio, nuestra carrera, o cuando vamos reconstruyendo nuestra salud ¿los edificamos sobre la base de la piedra principal que es Jesús? ¿Lo tenemos a Él en cuenta? Porque si todo está fundamentado sobre Jesús, vendrán vientos, tormentas y tempestades y esos cimientos no caerán, porque Jesús es la roca inconmovible de los siglos. Pero si en la construcción no nos cimentamos en Jesús seremos como “...un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción”. (Mateo 7:27).
Porque si edificamos en Jesús, en su vida, en sus enseñanzas, en sus principios, nada ni nadie lo puede derribar, porque lo que Dios levanta, quien lo puede derribar, lo que Dios bendice quien lo puede maldecir. Estaremos edificando sobre “…nombre que es sobre todo nombre…” (Filipenses 2:9). Como creyentes, no podemos levantar una iglesia sin Jesús. No podemos construir una vida sin Jesús. Jesús lo es todo; va donde no podemos ir, logra lo que no podemos lograr, ve y conoce lo que no conocemos, es el único “…mediador entre Dios y los hombres…” (1Timoteo 2:5), es Él que cuando abre una puerta, nadie la puede volver a cerrar, y cuando la cierra, nadie la puede volver a abrir (Apocalipsis 3:7), porque “El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder”. (Hebreos 1:3).
Pablo cuando diserta a la iglesia judía, les da a entender que Jesús es mayor que Moisés (Hebreos 3) y superior a los ángeles (Hebreos 1) y a cualquier otro sacerdote instituido (Hebreos 4:14-16). Los insta a que pongan sus ojos en Jesús y que escuchen lo que Él dice. Como cristianos nuestra predicación debe ser Jesús de Nazaret a los que no lo conocen (Hebreos 2:1-18).
Cuando oramos a Jesús “la piedra angular” ¿esperamos su dirección y la ponemos por obra o preferimos “hacer la nuestra” y dejar de lado su guía porque no nos gusta lo que nos aconseja o por no estar de acuerdo a nuestros planes? Sin embargo no se trata de lo que nos guste o deje de gustar, sino lo que a Jesús le gusta.
Escuchar y aceptar su guía no es tarea fácil. Tiene que ver con nuestra mente, nuestros preconceptos, nuestras ataduras, nuestros sentimientos y falta de fe. Escuchar a Cristo no solo implica oírlo, sino también responderle en obediencia (Santiago 1:22-25).
Detengámonos y recapacitemos ¿estamos edificando nuestra vida sobre el único fundamento real y duradero o estamos edificando sobre un fundamento falso como lo son las emociones, la riqueza, el placer, la comodidad, la seguridad, el éxito o quizás estemos edificando sobre el sistema mundial instituido que nos dicta como sociedad, lo que debemos decir, hacer, cómo comportarnos y actuar?