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Cuando la fatalidad toca a tu puerta - (I Parte)


Esa noticia que no quisimos haber escuchado.

“Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo: tiempo de nacer, y tiempo de morir… tiempo de llorar, y tiempo de reír…”

Transitamos por la vida enfrentando complicaciones en mayor o menor grado.


Hay tiempos en que todo parece andar sobre rieles y otros donde las cosas se nos hacen cuesta arriba. Cada día que comienza creemos tener todo bajo control. Las agujas del reloj no dejan de girar y las horas se suceden una tras otra, hasta que de repente y cuando menos lo esperamos un llamado telefónico, una noticia que llega nos enfrenta con lo imprevisto, lo impensado. Con cruda realidad en un instante el mundo se nos cae encima. Se nos hiela la sangre.


La noticia nos deja sin aliento. En principio creemos que no es verdad, debe ser una equivocación. Apenas podemos razonar y asimilarla. Tratamos de entender sin comprender. Una mezcla de dolor, angustia y sorpresa nos supera. No queremos seguir escuchando más. Esa noticia que nunca quisimos haber escuchado, está pasando "aquí y ahora".


Es el instante en donde la “fatalidad toca a nuestra puerta”. Es parte del cumplimiento del tiempo señalado “…para cada suceso bajo el cielo…” (Eclesiastés 3:1). El humor se transforma. La risa da lugar al llanto y la vida al “descanso”. (Eclesiastés 3:2-4). La vida ha decidido tomar sus maletas y decir “adiós” por un tiempo. Tiempo de quietud y reposo.


El dolor y la angustia nos abaten. Sentimos un gusto amargo en la boca y comienzan los cuestionamientos: ¿por qué a mí? ¿por qué tengo que pasar por esto? ¿qué hago ahora? ¿se podría haber evitado? Pero no hay respuesta que arroje luz en medio de tanta incertidumbre.


Pensamos que Dios ha sido injusto, que podría haber “esperado” un tiempo más o revertido la situación. Nos sentimos en una encrucijada en donde el Dios quien guía nuestra vida nos está haciendo transitar por un camino que no queremos pasar: “El Señor dio y el Señor quitó…” (Job 1:21). Nos angustia la idea de pensar que lo que estamos enfrentando no lo podemos cambiar ni resolver. Es irreversible.


Dolorosamente, todo sigue su curso, la vida continúa, sin embargo, para nosotros, la vida se detuvo en un instante.


Las despedidas forman parte de la vida, como las estaciones son parte del año.


Aun en esos dolorosos momentos el Señor manifiesta su perfecto amor. Aun en el “adiós” mismo Dios tiene el control absoluto “Yo hago morir y hago vivir”. (Deuteronomio 32:39). Él siempre está presente aunque no sea fácil asimilarlo cuando el dolor es tan profundo. A veces se necesita un largo tiempo para entender y aceptar esta verdad.


Continuará en la (II Parte) – “Creencias erróneas sobre el sufrimiento”

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