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Cuando Dios cierra una puerta




¿Cuántas veces deseamos algo intensamente y oramos por ello? Puede ser por una relación sentimental o un nuevo empleo o por la compra de una propiedad o por temas familiares, sin embargo la respuesta a nuestra oración no llega. La puerta permanece cerrada. Dios no la abre. Inmediatamente sobreviene la desilusión, pensamos que Dios no nos quiere ayudar o complacer.


Sin embargo Dios en su omnisciencia ve toda nuestra vida de principio a fin y no solamente una parte como nosotros la vemos. Dios al ver toda nuestra vida sabe que es lo mejor, lo que es bueno, lo que va a resultar en beneficio, de ahí que algunas veces mantenga puertas cerradas a nuestra oración.


Cuando Dios cierra una puerta lo más probable es que no sepamos de lo que nos está librando. Quizás esa relación sentimental a la cual nos empecinamos tener o ese ascenso por el cual luchamos obtener o esa compra de propiedad no resulte ser lo que creemos desde nuestra óptica terrenal y humana.


Las puertas cerradas no son un impedimento para seguir adelante, todo lo contrario, son un motivo para crecer, para tener nueva perspectiva y actitud sobre algo o alguien. Cuando el tiempo pasa y miramos atrás agradeceremos a Dios por esa puerta que no abrió. Recién ahí nos daremos cuenta de lo que nos estuvo librando Dios; de algo negativo, de algo que nos iba a hacer daño.


¿Qué finalidad hay detrás de esa puerta que Dios no abre?


Pablo y Silas tuvieron una experiencia parecida en su segundo viaje misionero. En vez de seguir su propósito original de visitar las iglesias que habían constituido, decidieron ir a un nuevo territorio. Pero el Espíritu Santo les prohibió entrar en Asia (la actual Turquía). Así que fueron al norte, a Misia, con la intención de dirigirse a Bitinia. Pero el Espíritu Santo les cerró la puerta nuevamente.


Es posible que, a esas alturas, se hayan preguntado por qué Dios les impedía su viaje misionero, su predicación de las Buenas Nuevas. Después de todo ¿no habían recibido por parte de Jesús la Gran Comisión (Mateo 28:19-20)? La respuesta le vino a Pablo en un sueño: el Señor los estaba redirigiendo a Grecia, una nación con grandes ciudades metropolitanas. Desde allí, el evangelio podría propagarse con mayor rapidez; finalmente, Pablo llegó a Éfeso, y desde allí el evangelio se extendió a Asia. En el momento que Juan escribió el Apocalipsis, había al menos siete iglesias en ese continente.


Dios en algunas situaciones deja puertas cerradas para redirigirnos a su voluntad. Por lo tanto debemos tratar de entender que cuando oramos a Dios por algo en especial y la respuesta no es como la esperábamos, debemos confiar en su infinita sabiduría, esperar su clara dirección y seguir la guía del Espíritu Santo. La redirección de Dios trae bendición, si simplemente confiamos en Él y le obedecemos.

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