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Dios siempre llega a tiempo.


Era uno de esos días en donde prefería comprar comida hecha a cocinar. Así que decidí “regalarme” algo sabroso en un local de comidas rápidas cerca de casa. Al llegar vi parada en la puerta una perra mediana de color chocolate muy parecida a un Pitbull. Era una perra más de las tantas que hay abandonadas o perdidas en la zona. Se la veía bastante desmejorada con señales de sarna y algunos tumores en sus mamas. El pobre animal estaba en la puerta seguramente atraída por el olor a comida que salía de la cocina.


Mientras esperaba mi pedido no me cansaba de mirar lo cariñosa y dócil que era la perrita. En verdad, se merecía un hogar, alguien que la adoptara, como a la mayoría de los animalitos solos que merecen un hogar. ¿Qué hacer entonces? Yo no me la podía llevar, así que ante mi impotencia hice lo que subió a mi corazón y fue orar intensamente por ella para que Dios se apiadase y pueda conseguir un hogar. Alguien que la cuide y ame. Mientras esperaba en la puerta y con mis ojos cerrados clamé y oré a Dios con todas mis fuerzas para que no quedase sola. Deseaba de corazón que alguien se apiade de ella y la sacase de esa situación de calle.


Una vez mi pedido estuvo listo y antes de regresar pasé por el supermercado para comprar algunas provisiones. Al entrar me puse a conversar con uno de los vendedores y ante mí sorpresa se produjo el siguiente diálogo:


Yo: que pena me dio ver una pobre perrita en la puerta de la rotisería. Se ve que está abandonada. Qué bueno sería que alguien se apiade de ella. Que tristeza me dio.

Vendedor: ¿era una hembra?

Yo: ¿sí!

Vendedor: ¿de qué color?

Yo: chocolate y parecía una Pitbull

Vendedor: le preguntaba porque justamente el “verdulero” hace algún tiempo que está buscando adoptar una perra con esas mismas características, pero cada vez que la busca, no la encuentra. La gente le avisa que la vio por aquí o por allá pero cuando él va a buscarla ya no está. Y así está hace mucho tiempo.

Yo: ¡que vaya ahora enseguida a la puerta de la rotisería (a una cuadra) que la va a encontrar en la puerta!

En el ínterin, le damos aviso al verdulero, busca una correa y sale rápido para llevársela pero con tanta mala suerte que tomó para el lado contrario de donde estaba. Rápidamente salimos a avisarle que era para el otro lado que estaba…


Y así fue como el poder de la oración dio su fruto.


Ayer pasé por el supermercado, vi al verdulero y le pregunté por la perrita. La respuesta es que ahora está muy feliz y en su nueva casa.


¡Gloria a Dios, alabado sea nuestro Señor! porque siempre escucha nuestra oración y obra en consecuencia. Pero no desfallezcamos, si la respuesta no llega inmediatamente, quizá sea porque Dios tiene otros planes mejores o quizás ya nos ha contestado o no sea el momento apropiado u oportuno.


Habrá que seguir clamando, orando, buscando su voluntad y respetando los tiempos de Dios, que no son los nuestros: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos —declara el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. (Isaías 55:8-9).


Quizás la respuesta no venga inmediatamente como en este caso, quizás haya que esperar. Pero de algo debemos estar seguros como cristianos y es de que “Dios nunca llega tarde. Dios siempre llega a tiempo”.

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