Los cinco solos de la fe reformada - Solo Escritura

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”. 2 Timoteo 3:16-17
La iglesia medieval había aceptado teóricamente la autoridad de La Escritura, pero la había acompañado con la autoridad superior de la interpretación del Papa, los concilios y la tradición. La Reforma barrió aquello y restauró La Escritura como la autoridad única de la Iglesia.
La Escritura es la única Palabra de Dios en este mundo, es la única guía para la conciencia y la Iglesia, la única fuente del conocimiento verdadero de Dios y su gracia, el único juez capacitado del testimonio y la enseñanza de la Iglesia, pasada y presente.
Siguiendo el modelo del apóstol Pablo, según la carta a los Romanos 4:3, los reformados han preguntado históricamente con respecto a todo lo que les ha sido requerido creer o hacer: “¿Pues qué dice la Escritura?” Ninguna otra autoridad, tradición, filosofía o la llamada profecía tiene autoridad sobre la conciencia del cristiano: solo La Palabra de Dios, La Biblia.
Los reformados en toda la historia, en cada denominación, se han distinguido por este resuelto compromiso con La Escritura sola.
La Biblia, tanto para el calvinismo como para el luteranismo, fue central. Para la Iglesia Reformada, La Biblia y solo La Biblia, sin la tradición, es la autoridad final. Es decir que somos reformados por el concepto básicamente bíblico y solo bíblico, nos paramos bajo La Palabra de Dios para que nos continúe reformando en forma permanente; es decir, que el concepto de reformado no es un concepto estático sino dinámico, y la famosa frase “ecklesia reformata sempre reformanda” implica que somos una iglesia reformada por La Biblia, pero abierta a seguir siempre siendo reformada justamente por La Biblia.
Eso es lo que nos señala 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”.