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Profetas de Dios (III Parte)


Recordando la II Parte de los “Profetas de Dios” vemos cómo el Espíritu Santo era el encargado de supervisar lo que sus profetas profetizaban, a fin de garantizar su veracidad y de que estuviesen llenas de autoridad e infalibilidad.


Si bien la profecía no era un dictado de Dios, el Espíritu Santo no les daba total libertad para decir cualquier cosa que ellos quisieran. No sólo tenían que someterse a lo que Dios les mandaba hablar, sino también tenían que asegurar que sus profecías estuviesen de acuerdo con la revelación existente de Dios, especialmente la que estaba registrada en las Escrituras.


En Deuteronomio 13:1- 4 Dios advierte a Moisés de que:


“Si se levanta en medio de ti un profeta… y te anuncia una señal o un prodigio, y la señal o el prodigio se cumple, acerca del cual él te había hablado, diciendo: “Vamos en pos de otros dioses (a los cuales no has conocido) y sirvámosles”, no darás oído a las palabras de ese profeta o de ese soñador de sueños; porque el Señor tu Dios te está probando para ver si amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. En pos del Señor vuestro Dios andaréis y a El temeréis; guardaréis sus mandamientos, escucharéis su voz, le serviréis y a Él os uniréis”.


Quedaba establecido, que aunque un profeta pudiera hacer milagros y predijera el futuro, debía ser rechazado si sus instrucciones transgredían los mandamientos y la santa doctrina de Dios.


Jeremías, en Lamentaciones 2:13-14 también exhorta respecto a los falsos profetas


“¿Cómo he de amonestarte? ¿A qué te compararé, hija de Jerusalén? ¿A qué te igualaré al consolarte, virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu ruina, ¿quién te podrá sanar? Tus profetas tuvieron para ti visiones falsas y necias, y no manifestaron tu iniquidad para que regresaras de tu cautiverio, sino que vieron para ti oráculos falsos y engañosos”.


En este caso, los falsos profetas en Israel habían llevado a la nación fuera de su rumbo y a la ruina. Presagiaban buenos augurios para su pueblo y de que siguiesen como estaban, que nada malo les iba a pasar, que todo “estaba bien”.


Jeremías dijo que estos profetas habían fallado en exponer el pecado, esto es, habían aprobado la transgresión de la ley de Dios en vez de hacer que la gente tomara responsabilidad en el pacto de Dios; habían alentado la desobediencia y de esta manera habían demostrado que eran falsos profetas.


Continuará en la IV Parte

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