El mundo natural le pertenece a Dios
El mundo natural te pertenece Dios. Toda la Creación es obra de tus benditas manos.
Tu eres el único Creador, y no hay poder capaz de competir contra ti.
Tuyo es el señorío que mantiene los astros en armonía danzando en la inmensidad del infinito Universo mientras sus planetas giran en perfecta órbita.
Tuyos también son los complejos misterios de la naturaleza que, con toda su sabiduría, el hombre no puede desentrañar.
Cuando tu voz dio la orden, trajiste a la existencia el verde que tapiza la tierra, las nubes que adornan el cielo, las tormentas que rugen en el firmamento, los animales que nos acompañan, las flores que dan su color y su fragancia y los extensos mares que con sus olas acarician las playas de la costa.
El salmista lo confirma de la siguiente manera:
“Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca… El habló, y fue hecho; Él mandó, y todo se confirmó”. (Salmo 33:6-9).
“Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y todo lo que en él hay, tú lo fundaste”. (Salmo 89:11).
Desde los miles de millones de inconmensurables galaxias, hasta la insignificante pequeñez del átomo y la molécula, todo sin excepción fue creado por el supremo Creador del Universo, hasta el ser humano fue creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27).
Tú y yo somos parte de su creación.
¡Pero esto no es todo!
Como Creador, el Señor nos regala cada día, la posibilidad de un nuevo comienzo.
Es el que restaura y hace “…nuevas todas las cosas”. (Apocalipsis 21:5).
El que borra nuestras faltas, y olvida nuestros pecados. (Isaías 43:25).
El que cambia nuestro corazón de piedra por uno de carne (Ezequiel 11:19).
El que no permitirá que tu pie resbale y te protegerá de todo mal.
A su lado nunca estarás solo, ni desvalido, los miedos huirán y no habrá más pánico ni temor; solo paz, quietud y sosiego.
Él lo certifica porque su palabra es fiel y verdadera (Apocalipsis 22:6) y sus promesas son el Sí y el Amén (2 Corintios 1:20).