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Las murallas de Jericó (III Parte) Quién era Josué


En relatos anteriores, hemos estado compartiendo algunas vivencias de Josué, pero ¿quién en realidad era Josué?


Josué hijo de Nun pertenecía a la tribu de Efraín (Números 13:8) y fue escogido desde joven por Moisés para ser su ayudante personal y sucesor (Éxodo 33:11). Moisés lo llamó Josué (en hebreo, Jehová salva) ya que en principio, su nombre era Oseas (Números 13:16).


Inmediatamente a la muerte de su líder Moisés y obedeciendo el mandato de Dios toma la dirección del pueblo como sucesor siendo el encargado de la conquista y posterior repartición de la tierra de Canaán en lo que pasarían a ser las doce tribus de Israel. Como tal tuvo que poner en práctica la misma paciencia que tuvo Moisés junto a un pueblo que se sublevaba y vivía quejándose por todo.


Josué fue un hombre obediente y abnegado que respetaba y hacía cumplir lo que Dios le dictaba, por más extraño que pareciese. De la misma manera invitaba al pueblo a temer y a servir a Dios con integridad y verdad. De esa manera contaba con el apoyo del Señor quien se lo hizo saber “…Hoy comenzaré a exaltarte a los ojos de todo Israel, para que sepan que tal como estuve con Moisés, estaré contigo”. (Josué 3:7).


Josué fue un hombre de fe, de obediencia y rendido al Señor “Respeten a Dios, obedézcanlo, y sean fieles y sinceros con él. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraban en Mesopotamia y en Egipto, y obedezcan sólo a Dios. Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios”. (Josué 24:14).


Josué confiaba en Dios como su escudo protector. Sabía que Dios peleaba las batallas por él; porque se lo había prometido “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida”. (Josué 1:5) y sabía que lo acompañaría siempre porque también esa fue su promesa “…el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”. (Josué 1:9).


No debe haber sido nada agradable la comisión de Josué. Tener que pasar por tantas batallas, sin embargo en fidelidad y obediencia cumplía con el mandato de Dios erradicando de raíz las idolátricas prácticas religiosas paganas para que no fueran de inspiración y tentación para los israelitas. De hecho, también estaba preparando el terreno y camino para lo que años después sería la venida de Cristo por medio de Israel.


¿Cómo creyentes, obedecemos a Dios de la misma manera que Josué lo hizo a pesar de que su pedido suene extraño?


¿Tenemos fe de que Dios es por nosotros y que pelea nuestras batallas?


¿Ponemos en tela de juicio o cuestionamos lo que nos pide y creemos que nuestra decisión u opinión es más acertada?


¿Tenemos paciencia con algunas situaciones que tenemos que lidiar a diario?


Continúa en la (IV Parte)

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