Compartiendo tiempo con la diversidad
“Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo*: ¡Sígueme! Y levantándose, le siguió.
Y sucedió que estando Él sentado a la mesa en la casa, he aquí, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos. Y cuando vieron esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?”
Creo que a muchos le molestan los recaudadores de impuestos. Nadie dice: “La AFIP” (agencia que recauda los impuestos en mi país) es mi mejor amigo, ni invita a los recaudadores de impuestos a cenar y les pide que examinen sus impuestos. En nuestros días, sabemos que los recaudadores de impuestos tienen un trabajo que hacer, y lo respetamos, pero no es emocionante. No es deseable.
En tiempos de Jesús, cuando el Imperio Romano conquistaba un grupo étnico, elegían de ese grupo, individuos para recaudar los impuestos. Era un trabajo tan atroz que literalmente era un castigo para los conquistados. Los recaudadores de impuestos no solo recogían dinero de su gente para los conquistadores romanos, sino que también se llevarían un poco para ellos mismos, razón por la cual eran muy mal vistos.
Jesús llamó a un recaudador de impuestos para que lo siguiera. Mateo era alguien que, en sus acciones, había estado muy lejos de Dios; sin embargo, Jesús estaba dispuesto a ir a su casa, a cenar con él y a relacionarse con él.
Mientras Jesús estaba recostado en la mesa del comedor, de la casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores vinieron como invitados a comer con Jesús y sus discípulos. Sentarse a la mesa, podría entenderse como: “Eres parte del grupo, eres uno más de nosotros”.
Incluso hoy, en nuestra cultura, las personas con las que comemos son diferentes de aquellas a las que saludamos cuando caminamos por la calle. Las personas que invitamos a nuestros hogares se encuentran en un nivel más alto de nuestra hospitalidad, de aquel que extendemos a alguien que conocemos en una cafetería o en el centro comercial.
Jesús y sus discípulos están en la casa de Mateo, cenando en medio de una gran diversidad. Están en la casa de un pecador, transmitiendo salvación. Los creadores de diferencias cenan en la diversidad, hablando con claridad.
En muchos casos se presenta la oportunidad de estar llamados a compartir tiempo, momentos con la diversidad. Debemos estar con personas que no son los mejores creyentes en Cristo. Nadie está fuera de la búsqueda de Jesucristo; nadie está fuera del deseo de Dios de estar presente con ellos, cenar con ellos, amarlos, mostrarles que hay otro camino, otra manera de pensar y actuar. Que hay vida en Jesús.
Nosotros somos el vínculo, el medio, el transporte para que esos “otros” conozcan a Cristo quien los espera con los brazos abiertos. Él quiere sentarse a hablar con los que aún no lo conocen y si nosotros como cristianos no damos ese paso de fe, no les damos esa oportunidad, “… ¿cómo van a confiar en él, si nada saben de él? ¿Y cómo van a saberlo, si nadie les habla acerca del Señor Jesucristo? (Romanos 10:14).