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Tiempo de Cuarentena


“¡Cuán solitaria ha quedado la ciudad antes llena de gente!”


La palabra “cuarentena” en hebreo es “bidud” que significa soledad. La Biblia la menciona en el libro de Lamentaciones 1:1 “¡Cuán solitaria (badad) ha quedado la ciudad antes llena de gente!”


Vivir en cuarentena significa vivir apartado, permanecer un tiempo en soledad y aislado de los demás como se acostumbraba con los enfermos de lepra en tiempos bíblicos (Levítico 13:45-46).


Vivir la cuarentena no es algo fácil, ni agradable para cualquier edad. Quizás lo sea menos para nosotros, los argentinos que debido a nuestras raíces italianas y españolas estamos acostumbrados a las reuniones en familia y a compartir tiempo con amigos. Somos afectos al abrazo, al apretón de manos, al beso en el saludo, al asistir a la congregación el domingo y para los amantes del futbol, ir a la cancha el domingo.


El hecho de tener que permanecer aislado del otro, nos ha cambiado la vida ya que como seres humanos hemos sido creados para vivir y relacionarnos en comunidad y no en soledad y mucho menos, al encierro. Esto resulta una situación incómoda y extraña, donde algunos han reaccionado con rabia y otros con miedo y angustia.


Evidentemente la cuarentena está cambiando costumbres, hábitos y forma de vida en todo el planeta Tierra. Nos ha forzado a un confinamiento obligatorio y a mantener distancia del otro de por lo menos dos a tres metros. Tenemos que tomar decisiones u acciones que antes ni se nos hubiese ocurrido.


Ante esta emergencia las reacciones son diversas; están los que se niegan a aceptar la realidad y siguen actuando y andando por la vida como si nada hubiese ocurrido (poniendo en peligro su vida y al resto) y por el otro lado están los que entran en pánico y devastan las góndolas de los supermercados, mientras otros hacen acopio desmedido de alcohol en gel y barbijos en las farmacias.


Para nadie la situación es fácil de sobrellevar. Este virus COVID-19 no respeta fronteras, ni clases sociales. Desconocemos su verdadero origen y su posible cura. No hay poder político, ni status, ni idioma, ni dinero que pueda al momento conseguir la cura a la enfermedad. Todos estamos en el mismo barco navegando la misma tormenta por igual.


Y sí, todo es cuestión de tiempo hasta que la cura aparezca desde algún confín de la Tierra. Pero en el ínterin, ¿Cómo aprovechamos el tiempo? ¿Qué hacemos en las largas horas de ocio? Todo dependerá de la actitud que tomemos ante esta pandemia. Dependerá de nuestra adaptación a esta nueva realidad a que se torne en un tiempo fructífero y beneficioso o resulte en un tiempo de ansiedad, miedo, rabia y amargura.


Para los cristianos puede significar un tiempo rico para estar más en comunión con el Señor escudriñando las Escrituras y dedicando tiempo a la oración. Significará también un tiempo para disfrutar en familia, libre de toda responsabilidad que pueda significar estar horas fuera del hogar por cuestiones laborales. Son momentos para compartir con la/el esposa/o e hijos la lectura de la Palabra, de devocional, tiempo de oración comunitaria. Tiempo de escuchar, tiempo de comunicarse en familia, tiempo para reflexionar distintos asuntos.


Para los que aún no conocen al Señor o lo ven como algo lejano e intocable, será un buen momento para conocerlo, invitarlo a su vida y entablar una relación personal con él. Será un tiempo precioso para descubrirlo y aceptarlo como su Señor y Salvador.


Que no se transforme este en un tiempo de miedos, lamentos, ni depresión, sino un precioso tiempo para la reflexión, estar más con el Señor y confiar en su protección y providencia. Tiempo para que lejos de toda vorágine de la vida nos permita ser más sensibles a su voz y nos ayude a repensar valores y replantear lo que es esencial en la vida, lo que tiene trascendencia, como es el amor, el respeto, el prójimo y los afectos.


Quizás al concluir esta pandemia habrá muchos más que conozcan y confíen en el Señor. Para ellos, se les abrirá un mundo de nuevas posibilidades, nuevos desafíos, nuevas metas y horizontes para alcanzar. Y para los que conocemos al Señor (aunque nunca es suficiente) sea un tiempo para ahondar nuestra relación con él.


No desaprovechemos este tiempo, no protestemos, no nos deprimamos, no nos enojemos, utilicemos este tiempo para buscar más de Dios y entablar una nueva y fresca relación con él.


Quizás este sea el tiempo de “conocer” a ese Dios Creador un tanto olvidado, quizás sea el tiempo de hacer las “paces” con Dios, o tiempo para “volver a confiar y creer”. Quizás sea tiempo para “escuchar” más al otro con empatía, quizás sea tiempo de “obedecer” más a Dios, quizás sea tiempo de “arrepentirnos”, quizás tiempo para “pedir perdón” a Dios o a quien dijimos nunca íbamos a perdonar o quizás sea el tiempo de “agradecer” lo que tenemos por gracia recibida.


Sea cual fuese la situación, recuerda que hay un Dios amoroso y perdonador, sí, pero a su vez justo que está esperándote. Acércate a él, este es el momento, este es el tiempo de comenzar a confiar y a depender de él.

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