Y tú ¿A quién le das crédito?
“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”. Romanos 8:28
Hay veces que nos cuesta comprender este pasaje ya que en alguna oportunidad nos toca pasar por situaciones complicadas, dolorosas o que no parecieran tener razón de ser.
Por un lado, Dios dice que seamos fuertes y valientes porque peleará por nosotros y no nos va a abandonar, pero por el otro lado enfrentamos adversidad en un mundo enceguecido y rebelde a la “Verdad”, o a los que buscan la quinta pata al gato y con su negatividad “tiran mala onda” echando abajo sueños y proyectos.
Son los que están listos y rápidos a decirte que no puedes, que no sabes, que no lo lograrás. También por otro lado tenemos a los “maneja cerebros” (los medios en general) que dicen todo lo que ellos quieren que sepas y te enteres, como que todo es un caos, todo va de mal en peor, todo es mentira. O como muchos políticos, que un día prometen algo y al otro día se desdicen.
En todos estos “combos”, lo que marcará la diferencia será donde pones tu corazón y tu razonamiento. Si en las cosas que “oyes del mundo” que seguramente te abrumarán y angustiarán o sí pones tu confianza y esperanza en la palabra y en las promesas de Dios.
Por eso su Palabra te dice: pon tu delicia en el Señor y encomiéndale a él tus caminos que él actuará. (Salmo 37:5).
Para algunos, las crisis significarán una oportunidad para movilizarse y salir de un estado de quietud a un nivel más alto, a un nivel de acción; para otros significará una desgracia. En este último grupo de personas reinará siempre la queja, la negatividad. Ellos transmiten y confiesan lo que hay en sus corazones y esto provoca que la fe se vaya debilitando.
En cambio, cuando hablas de victoria y lo que Dios ha hecho en tu vida, tu fe crece y se activa, te hace sentir como un gigante invencible, porque Dios está contigo, y con él no hay batalla ni guerra que se pierda.
Es la permanencia en su Palabra lo que permitirá ganar esa batalla que se disputa a nuestro alrededor y en nuestra mente.
Recuerda: somos más que vencedores en Cristo Jesús y no hay nada ni nadie que te pueda separar del amor de Dios, por lo tanto, el amor de Dios, la confianza y la esperanza puesta en él, te librarán de todo temor, angustia, duda y toda mentira.
¿Y tú dónde pones tus ojos? ¿A quién escuchas? ¿A quién le crees?
¿A quién le das tú crédito?