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Afligidos, pero no agobiados


Basado en 2 Corintios 4:8-9


“Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos…” 2 Corintios 4:8-9


Sé que muchas veces el caminar por esta vida se nos hace difícil y doloroso. Las cosas no salen siempre como quisiésemos, la economía y la salud no nos acompañan, la vida de relación resulta compleja, nuestros sueños y anhelos parecieran nunca llegar, sin embargo, Dios nos deja hoy una reflexión:


“Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos…” 2 Corintios 4:8-9


Es cierto que el camino puede ser difícil y doloroso, pero en esos momentos de aflicción, Dios nos asegura que no seremos agobiados. Aunque enfrentamos perplejidades y confusión, Dios nos ofrece una luz de esperanza, manteniéndonos firmes en medio de la desesperanza.


Las persecuciones que puedan surgir en nuestra vida no nos dejarán abandonados, ya que Dios está siempre a nuestro lado, guiándonos y brindándonos su apoyo. Incluso si nos encontramos derribados por las circunstancias, no seremos destruidos, pues la fortaleza divina nos levanta y nos permite resistir cualquier tormenta.


Es en estos momentos difíciles donde la presencia constante de Dios, manifestada a través de su amor y la compañía del Espíritu Santo, se convierte en nuestro refugio. Él nos sostiene cuando nuestras fuerzas flaquean y nos da la certeza de que no estamos solos en este viaje. Mantener nuestra fe en medio de las pruebas es un testimonio de nuestra confianza en el plan divino que está en constante desarrollo.


Recordemos siempre que, aunque las circunstancias puedan ser abrumadoras, somos más que vencedores a través de Aquel que nos amó. Encontramos fortaleza en nuestras debilidades y esperanza en medio de la oscuridad, gracias a la promesa y el amor inquebrantable de nuestro Dios.


Dios siempre está con los que le aman. El Señor Jesús camina a nuestro lado (aunque no lo veamos) y el Espíritu Santo es nuestro consolador y el que nos fortalece en medio de las pruebas.


Que esta reflexión nos inspire a enfrentar cada desafío con la certeza de que no estamos solos y de que, a través de la gracia de Dios, podemos superar cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino.

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