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Andad como hijos de luz



Basado en: Efesios 5:9-12


“…porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad, comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto".


Los verdaderos seguidores de Jesús caminan junto a él y son obedientes a su palabra (1 Pedro 2:21).


  • Se manifiestan en amor, teniendo cuidado del otro (Efesios 5:2; Juan 13:34-35).

  • Practican la humildad (Juan 13:12-15).

  • Practican y confían en el poder de la oración (Hebreos 5:7).

  • Ejercitan las buenas obras pensando en el necesitado (Hechos 10:38).

  • Aceptan las pruebas con valentía, sabiendo que hay un propósito de Dios detrás de ello (1 Pedro2:21,23).

  • Salen airosos al ser tentados por el maligno (Mateo 4:11).


Algunos piensan que “andar como hijos de luz” es algo sencillo y que los contratiempos se irán solucionando con rapidez, resultando todo conforme a nuestra pretensión. Y en la otra “cara de la moneda” están los que piensan que “andar como hijos de luz” es algo sumamente difícil e impracticable en un mundo cada día más alejado de Dios.


Para los que piensan que “andar como hijos de luz” es una tarea sencilla, les puedo asegurar que el caminar de la mano de Jesús y ser un discípulo obediente, no es nada fácil. Pero no estamos solos en esta empresa. Contamos con el aval y el apoyo del Espíritu de Dios. Como “coach” él nos dará la sabiduría necesaria para enfrentar cada situación. Algunas veces nos irá abriendo puertas y en otros casos, las irá cerrando. Pero siempre guiándonos con mucho amor, misericordia y paciencia.


Y a los que piensan que andar como hijos de luz es una “misión imposible” en una sociedad donde los valores están quedando guardados en el arcón de los recuerdos, les digo que sí es posible, es todo cuestión de actitud, de voluntad, de disciplina y sacar el NO PUEDO de la mente.


Cuando vayamos tomando confianza y entendamos que todo lo podemos en Cristo Jesús que es nuestra fortaleza (Filipenses 4:13), nos daremos cuenta, que andar como hijos de luz se irá tornando llevadero y posible de poner en práctica a pesar de las circunstancias que toquen vivir.


Cuando nos enfrentamos a este mundo cada vez más hostil y alejado de Dios, sentimos que no pertenecemos a este mundo, y no te equivocaste, no somos de este mundo, pero estamos en el (Juan 17:16). Y como tal, debemos ser fieles testigos del Señor Jesús y comportarnos como él lo hizo en su ministerio terrenal y aunque cueste, mostrar que hay un camino de luz para los que están en tinieblas.


La vida es una constante lucha y si alguien te dijo lo contrario, no le creas, es una mentira. Hay tiempos de solaz y otros donde las pruebas vienen una detrás de otra y parecieran no acabar. Son momentos en que sentimos a Dios ausente. Pero Dios no está ausente, ni mira para otro lado haciéndose el desentendido de lo que nos pasa. Dios está siempre presente, aunque no lo veamos, escuchemos o nos dé una señal como en su momento los fariseos pidieron a Jesús en Mateo 16, o quizás sí responda mediante una señal, como lo hizo en su momento con Gedeón en la prueba del vellón en Jueces 6:36-40.


Dios está en nosotros, en nuestro ser, guiándonos, dándonos palabra, fortaleciéndonos y ayudándonos en medio de las pruebas. Él es quien nos anima y consuela.


Dios, como Creador se revela de múltiples e impensables maneras como a él le place, para eso es Dios. Él habla a nuestro corazón por medio de su Palabra, o a través de un sueño, o una visión. Dios abre y cierra puertas para que nos demos cuenta de que es lo bueno y lo malo, lo que debemos acoger o evitar en nuestra vida.


Es una cuestión de fe y razón. Debemos confiar en su sempiterna presencia, y la finalidad de pasar por un tiempo de pruebas, será para moldearnos y sacar el mejor potencial a fin de transformarnos en una mejor persona. Quizás sea templando nuestro carácter, o personalidad, o para moldear nuestra paciencia, o para confiar más en él, o enseñarnos a amar más al prójimo, pero seguramente, para cambiar el corazón de piedra por uno conforme al corazón de Dios.


Estamos llamados a ser “hijos de luz”, como el Señor mismo es luz, y como tal, caminar en santidad, comprobando lo que es agradable al Señor.


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