¡¡¡Celebrando la Llegada del Señor!!!
En esta Navidad, mientras iluminamos nuestros hogares con guirnalda y luces de colores y compartimos regalos, es necesario recordar el verdadero significado de la Navidad. Aunque la fecha exacta del nacimiento de Jesús puede ser incierta, celebramos el mayor regalo que la humanidad ha recibido: la llegada del Salvador, el redentor del mundo.
Colosenses 1:15 nos recuerda que Jesús “…es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Su preeminencia no solo se refiere a su posición como primogénito en autoridad, sino como el único mediador entre Dios y la humanidad. Él es el camino hacia el Padre, la fuente de nuestra redención, nuestra salvación y la encarnación del amor divino.
La Navidad no es simplemente una fecha en el calendario, es un recordatorio del amor insondable de Dios, quien envió a su Hijo “…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo…” (Filipenses 2:6-8) para redimirnos y reconciliarnos con el Padre. Él es Emmanuel, Dios con nosotros.
Más allá de la festividad, la esencia de la Navidad radica en reconocer el regalo de la gracia divina, manifestada en Jesús. En lugar de enfocarnos únicamente en los regalos materiales y las tradiciones, tomemos un tiempo para reflexionar sobre el regalo supremo que es Jesús. Su venida trajo esperanza, paz y salvación a un mundo cada día más necesitado.
Cada decoración, cada luz brillante, debería recordarnos la luz que Jesús trajo al mundo, la luz que brilla en la oscuridad y disipa toda tiniebla que no puede ser apagada, ya que su luz es luz eterna.
Al celebrar la llegada del Señor, recordamos que él es el resplandor de la gloria divina y la viva manifestación de la esencia de Dios. Él, quien sostiene el universo con el poder de su palabra, nos brinda más que una oportunidad para establecer una relación personal con él.
Su venida nos otorga el regalo inestimable de una conexión eterna con Dios.
¿No te parece que vale la pena tomarnos un tiempo para agradecer su venida?
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