Cuando los celos te hacen perder la razón (IV Parte)
El porqué de los celos
Los celos se originan por el miedo a perder algo, a alguien, o por no estar a la altura de otra persona o alguna circunstancia. Como resultado de esta problemática, se origina rivalidad, intentando (el que cela) por todos los medios alcanzar lo que el otro tiene o es y de ser posible, sobrepasarlo para que no quede duda alguna de que se es superior.
Los celos como emoción negativa, son sumamente tóxicos y destructivos. Es una emoción que desune (ya sea entre hermanos, amigos, colegas, compañeros de trabajo o esposos) en vez unir, ya que el que lo sufre vive en una constante “competencia” por alcanzar algo, o transformar una situación impidiendo que pueda vivir en paz.
En alguna que otra situación, es muy probable que “los celos” enceguezcan de tal manera a la persona que lo impulsen a matar, dañar, ultrajar de la peor manera posible, inclusive llegando terminar con su vida, o matando a sus hijos como represalia. Hay que tomar en consideración que muchos de los crímenes pasionales y/o violencia familiar se originan justamente por los celos tóxicos que movilizan al que lo padece, a tomar venganza por relaciones o situaciones pasadas, resentimiento, alcanzar lo inalcanzable, etc. etc.
Una persona celosa necesita sanar su estima, necesita afianzarse, tener confianza en sí mismo, valorarse por lo que es. Porque los celos son una puerta abierta a otras emociones destructivas que terminarán perjudicando y destruyendo espiritualmente como físicamente no solamente al que lo vivencia sino a su entorno.
Este sentir, no es fruto del Espíritu, sino fruto de la carne (Gálatas 5:18-25) y será necesario que Dios sane heridas y renueve la vida.
Cuando se sufre de baja estima, se llega a creer que “el otro, o lo que nos rodea” será siempre mejor y superior a lo que uno tiene, o es, y eso será motivo suficiente para que los celos se desencadenen, como el aire aviva el fuego.
En algunos casos, los celos surgen cuando una persona se compara con otra pretendiendo ser el aventajado, el supremo, el magnífico, todo ello motivado por un orgullo bien arraigado. Desde ese punto de vista particular, pensamos que nosotros deberíamos estar en el podio de los vencedores y no “los demás” y por decantación, aparecerá otra tóxica emoción, “la envidia”, que en realidad no hace más que provocar obstinación por desear obtener algo que otra persona posee y uno carece o dolerse del bien ajeno menoscabándolo.
Debido a este juego de tira y afloja, sobrevendrá una sensación de pesar, de tristeza y malestar persistente, por el bien ajeno como un aguijón en la carne. El envidioso no se conforma con llegar a igualar al otro en cuestión, sino que en algunos casos desea provocar mal a la persona que tiene lo que envidia.
En ese obstinado orgullo de querer ser superior “al otro”, la palabra “humildad” no figura en su diccionario. El celoso es altamente “competitivo”. Y en una sociedad tan egoísta e individualista como en la que estamos sumergidos, es muy probable que a la larga o a la corta seamos seducidos y arrastrados por esa tóxica emoción: “los celos”.
Entonces, ¿hay alguna manera de combatir los celos tóxicos?
En la última parte, te lo comentamos. Permanecé atento a nuestra próxima publicación donde te presentaremos maneras fehacientes de enfrentar y combatir “los celos”.
Continuará…
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