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Cuando pareciera que no hay más que decir


Quizás hayas ido de vacaciones a un lugar paradisíaco rodeado de bellezas naturales o tal vez haya sido una ciudad cosmopolita, bulliciosa y emocionante, sin embargo puedes sentirte la persona más sola del mundo. En medio de ese idílico y hermoso lugar, la soledad es abrumadora. Y ello es lo que algunas parejas suelen experimentar en su vida de relación.


Cuando dos personas deciden emprender el viaje de la vida juntos, atesoran un sinfín de sueños, ilusiones, anhelos, esperanza y deseos de encarar una vida plena de paz, tranquilidad y felicidad. Es muy probable que al comenzar la relación pasen largas horas alternando, en ese afán por conocerse. El tiempo pareciera volar y resulta insuficiente para contarse todo lo que quisieran.


Pero con el tiempo, esa permanente y franca relación se va transformando en soledad. Donde antes existía un intenso y asiduo trato, ahora hay silencio. La falta de diálogo se apodera de la pareja. Se produce un quiebre en la relación.


Quizás en algún momento surja el intento de reflotar la conexión perdida, pero en esa forzada búsqueda de alguna manera, la pareja se va desgastando. Los intereses ya no son los mismos. Lo que antes importaba por igual, ahora ya no lo es. Los intereses personales han cambiado y queda en el olvido compartir algún tipo de diálogo en pareja. Ya no hay interés, ambos dejan de entenderse. Comienzan a vivir en islas, separadas por un ancho estrecho.


El silencio produce una fisura en la relación y como resultante, un paulatino distanciamiento de la pareja. En esa ausencia de diálogo y mala comunicación, nace la anormalidad. Inclusive, los psicólogos coinciden en que la comunicación es el pilar fundamental para el éxito de una relación, incluso sobre la atracción o el amor.


Cuando pareciera que no hay nada más que decir, nada que comentar, ya nada llama la atención, nada para compartir y no importa lo que el otro tiene para contar, el interés va quedando de lado, todo se hace rutinario, se pierda la capacidad de asombro, todo resulta monótono. Cada uno se encierra en su propia isla. Y es ahí cuando aparecen los malos entendidos, las dudas, las vanas conjeturas y los fantasmas del engaño que no hacen más que confundir, acechando la vida de relación de la pareja.


Cuando la empatía y el diálogo se pierden y cesa el interés por el otro, sobreviene la soledad. El sentirse desplazado, no considerado, no tomado en cuenta, provocan en el ser un sentimiento de profundo desamparo. Y el peligro de caer en esta situación de fragilidad es que el afectado recurra en busca de “otro” “otra” que lo pueda escuchar, que lo tome en cuenta.


La soledad, producto de la falta de comunicación, suele ser el peor enemigo a combatir en la vida de relación de una pareja. Cuando irrumpe la soledad, es porque entró la distancia, y cuando entró la distancia, entró el silencio, y cuando entró el silencio, acaban sintiéndose completamente solos, frágiles y desamparados.


Una adecuada comunicación es vital, indispensable e imprescindible y más en una relación de pareja.


¿De qué manera se comunicaba Jesús?


Jesús fue un ejemplo admirable de sabia comunicación. Sus palabras reflejaban autoridad “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46). Sus palabras eran atractivas y convincentes. Hablaba en un lenguaje que se podía entender. Utilizaba términos simples para presentar las verdades más profundas.


Se tomaba su tiempo para hablar, para explicar con amor. Sus discípulos se deleitaban escuchándolo durante horas, porque hablaba con sinceridad al corazón. Jesús dominaba como nadie el arte de la buena comunicación. Las palabras del Rabí tenían peso propio; el peso de la verdad, el peso de la vida, el peso de su divinidad.


Cuando hablaba, las vidas eran transformadas. Lo que antes parecía normal, ya no lo era, todo cambiaba para bien. Jesús siempre hablaba con fervor y claridad, con amor y perdón. Jesús no era un resentido, sino que tuvo paciencia, intentando captar los corazones y las almas hacia él.


Hablaba con autoridad que manaba de su Espíritu pero no con el afán de dominar, presionar o someter, sino que su autoridad, su manera de expresar, su retórica hacía razonar a sus discípulos, guiándolos a la verdad y a Su camino de salvación.


Jesús no evitó decir la verdad, pero siempre la expresó con amor. En su trato con las personas hablaba con el mayor tacto, cuidado y amable atención. Nunca fue áspero ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena inútil. No censuró la debilidad humana. Dijo la verdad pero con amor, denunció la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus penetrantes reprensiones.


Lloró al ver a su amada Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! (Mateo 23:37). Su pueblo rehusó recibir al que era el camino, la verdad y la vida. Sus habitantes habían rechazado al Salvador, sin embargo él los consideraba con piadosa ternura.


Saber comunicarse


Saber comunicarse en forma inteligente y constructiva es una virtud poco común. Cuando hablamos, podemos decir la palabra justa, en el momento adecuado o decimos lo que no deberíamos haber dicho, corriendo el peligro de ofender y lastimar con lo dicho.


De otra manera, cuando nos comunicamos con sabiduría, sosegadamente y en el momento oportuno, porque siempre existe un “…tiempo de callar, y tiempo de hablar…” (Eclesiastés 3:7), podremos mantener una conexión armónica y gratificante con el otro.


Intenta comunicarte sin reprochar, sin echar en cara, sin alterarte, sin ofender, sin menospreciar. Escucha atentamente lo que tu pareja quiera comentarte, interésate por el tema, más allá de que te interese o no. Préstale atención, será una manera de demostrar amor.


Busca el tiempo adecuado, el momento oportuno, usa palabras cordiales así tengas que plantear un tema áspero y difícil. Haz como el Señor Jesús, quien siempre se expresó con amor.


 

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