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¿Cómo enfrentas tu futuro?



Nuestra esperanza en el futuro deberá ser siempre un poco más grande que todas las heridas del pasado. Nuestra fe siempre es más grande que la desesperación.


Nadie transforma el sufrimiento, sino que lo “entrega” para sanarlo.


El sufrimiento bien entendido se transforma en crecimiento. Crecimiento que nos ayuda a comprender y a valorar más la vida y los afectos. Nadie puede ser sanado si se autolimita, si no se quiere, si ha perdido su autoestima, si no es consciente de la realidad, de lo que está vivenciando.


Uno de los ejes principales es la “aceptación” de la realidad y su integración a la vida, que no es lo mismo que la resignación.


La aceptación, aunque dificultosa (en algunos casos más y en otros no tanto) es primordial.


Aceptar: la realidad implica reconocer nuestra impotencia y puntos débiles.

Aceptar: es llamar a nuestros obstáculos y heridas por su nombre.

Aceptar: es encajar la realidad que es superior a nuestra racionalidad.

Aceptar: es vivir con cuestionamientos sin respuestas aparentes.

Aceptar: es asumir que, aunque intentemos volver el tiempo atrás, este no vuelve y todo será diferente. Las situaciones no serán las mismas, son irrepetibles.

Aceptar: es sanar nuestra realidad evitando escapismos.

Aceptar: es dejar de sufrir a la vez que se sufre; es un yo quiero, yo puedo y yo debo. Será todo un desafío personal el llevarlo a cabo.

Aceptar: es reconocer que el sufrimiento es muy personal e intransferible. Podremos desahogarnos y transferirlo, pero en definitiva permanece siendo nuestro, está enquistado en nuestra alma.

Aceptar: es auto perdonarse, perdonar, pedir perdón a los que hemos lastimado, aceptar el perdón de Dios y de los que nos hayan causado heridas en la vida. El perdón reconcilia el presente con el pasado, y optimiza el futuro.


Desecha la idea de tenerte lástima y de que te tengan lástima. Evita alentar el sentimiento de culpabilidad. Acepta sanar tus heridas, ponles cantidades suficiente de bálsamo para que cicatricen. Sanar tus heridas abiertas sin ocultarlas o escondiéndolas, será la clave para elaborarlas positivamente.


Si bien la fe no eliminará tu sufrimiento, tendrá la suficiente intensidad para iluminarlo y así transformarlo en algo positivo.


La fe en el Dios de la vida es fe en la vida que proviene de Dios.


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