De la Tradición a la Verdad: Desmintiendo Mitos - Jesús, Nuestro Único Intercesor
Basado en: 1 Timoteo 2:5
"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre."
Este pasaje en 1 Timoteo 2:5 es claro y directo: Jesús es el único mediador entre Dios y el ser humano. Sin embargo de acuerdo a algunas tradiciones, costumbres y falta de conocimiento, siguen recurriendo a un santo para cada necesidad: uno para los objetos perdidos, otro para las enfermedades, otro para mal de amores, entro otros.
Pero creo que si tomasen en cuenta y leyeran con detenimiento este corto pasaje (recordemos la inerrancia de la Biblia y que toda ha sido inspirada por Dios y no por hombre) llegarán al verdadero entendimiento de este.
Isaías es un profeta crítico de estas prácticas idolátricas totalmente opuestas a los designios de Dios. En el capítulo 44, versículos del 9 al 20, describe cómo las imágenes talladas son meramente obras de manos humanas que carecen de poder y vida, sin capacidad para salvar. No se dan cuenta de que están orando “…a un dios que no salva” (Isaías 44:17). Por consiguiente, no deberían tener “…temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10:5).
Los que oran o rezan esperando respuesta por parte de Dios por intermedio de estas imágenes creadas por artesanos, evidentemente lo hacen por confusión, ya que la Palabra advierte que estos ídolos no pueden ver, oír ni ayudar; son adornados con plata y oro y sujetados con clavos y martillo para que no se muevan. Permanecen tan derechos como palmeras, carecen de habla y tienen que ser llevados en andas, porque no son capaces de caminar por sí solos (Jeremías 10:4-5).
Si bien, estos santos fueron seres piadosos, ya han partido de esta vida y no tienen el poder de mediar ante Dios por nosotros.
¿Y por qué es Jesús el único mediador? Primero, porque Él es Dios hecho hombre. Solo Él tiene la naturaleza divina y humana, permitiéndole comprender nuestras debilidades y necesidades mientras está en perfecta comunión con el Padre. Segundo, su sacrificio en la cruz nos reconcilió con Dios. Ningún santo, por más virtuoso que haya sido, puede reclamar haber pagado el precio de nuestros pecados. Solo el sacrificio de Jesús es suficiente para redimirnos y presentarnos justos ante Dios.
Es interesante notar que 1 Timoteo 2:5 dice “Jesucristo hombre”. Esto subraya la humanidad de Jesús y tiene varias razones importantes:
Identificación con la Humanidad: Al destacar que Jesús es “hombre”, se resalta que Él compartió plenamente nuestra humanidad, experimentando nuestras luchas, tentaciones y sufrimientos. Así, puede comprender nuestras debilidades y necesidades (Hebreos 4:15).
Reconciliación a través de la Encarnación: La encarnación, donde el Hijo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14), es fundamental para la redención. Jesús, siendo hombre, pudo ofrecerse como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Como humano, representó a la humanidad ante Dios y como divino, su sacrificio tiene valor infinito y total (Hebreos 2:17-18).
Enseñanza contra Herejías: En el contexto del Nuevo Testamento, había diversas herejías que negaban la humanidad de Jesús. Al enfatizar “Jesucristo hombre”, se refuerza la verdad de la encarnación contra enseñanzas erróneas.
Cumplimiento de la Promesa Mesiánica: El Mesías debía ser un descendiente de David, un ser humano, cumpliendo las profecías del Antiguo Testamento. Al referirse a Jesús como hombre, también se apunta a su linaje y cumplimiento de las promesas mesiánicas.
Es lamentable que muchos sigan depositando su fe y sus oraciones en santos, como en familiares fallecidos, cuando tienen acceso directo al Trono de Gracia a través de Jesucristo. Debemos recordar siempre que nuestra fe debe estar centrada únicamente en Él. Solo Jesús es nuestro mediador, y solo a través de Él encontramos la verdadera comunión con el Padre.
Solo Cristo resucitado, “…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…” (Hebreos 1:3), es el que tiene la autoridad y el poder de interceder por nosotros.
Oremos para que aquellos que aún no han comprendido esta verdad, sean iluminados por el Espíritu Santo y puedan ser libres y gozar del verdadero shalom que proviene de confiar únicamente en Jesús como su intercesor. Que nuestra vida y nuestras oraciones reflejen esta verdad fundamental y llevemos a otros hacia la luz del Evangelio. ¡Amén!
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