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¿Dejo de hablarle del Señor cuando no veo resultado?


“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.


Basado en: 1 Corintios 3:6-7


Al evangelizar, estamos predicando la fe de Jesucristo y las virtudes cristianas. Compartiendo la palabra de Dios con los que no la conocen, o a los que aún permanecen “tibios e inseguros” suele ser algunas veces un ministerio angustiante, complicado y hasta desmoralizante. Aunque deberíamos tener en cuenta no desanimarnos si no vemos madurar con rapidez el fruto del nuevo renacer, la nueva conversión. La aceptación de las “buenas nuevas”.


Es que nuestra tarea como obreros y siervos del Dios Viviente, es presentar al Señor Jesús, con mucho amor y paciencia. Puede que los resultados no los veamos inmediatamente ya que la persona está cerrada al evangelio, y por ende a recibir las buenas nuevas de Dios.


Pero no debemos desmoralizarnos y pensemos que todo está perdido y abandonemos la predicación o el orar por la persona o las personas que Dios ha puesto en nuestro camino, pues: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. (Eclesiastés 3:1).


¡Así es! todo tiene su tiempo debajo del sol y a su tiempo esa semilla plantada germinará en los tiempos del Señor, porque Él es el que ofrece la oportunidad y dará el crecimiento en la mente y en el corazón del que la recibió. Él es el que provoca un nuevo ser. La persona se siente llamada a una nueva vida.


Como cristianos, solo nos resta esparcir la semilla, ¿el resto? es tarea se Dios, el Señor es el que se ocupa de darle los nutrientes suficientes para hacerla crecer en forma y a Su tiempo.


Sería conveniente intentar manejar nuestra ansiedad, ya que puede ser perjudicial si estamos demasiado “encima” de la/las persona/s a evangelizar. Si ello sucede, es muy probable que la persona se cierre aún más al evangelio, se aparte y en definitiva, no quiera escuchar más de Dios, ni del Señor Jesús. No seamos piedra de tropiezo, ni obstáculo para el Señor, recordemos que en nuestra debilidad el Señor se glorifica y que Él es el que tiene la “última palabra”.


Entendamos que sus tiempos no son los nuestros; sus tiempos son perfectos como así, sus caminos. El Señor no retarda su promesa, Dios nunca llega tarde, pues para Él un día es como mil años, y mil años como un día y hará germinar esa semilla cuidándola como a la niña de sus ojos, y la asistirá sosteniéndola en la palma de sus manos.


Aunque pensemos que el tiempo pasa y que “se tarda”, Él es paciente pues no quiere que ninguno perezca y llegará justo a tiempo.


Recuerda, siempre “Dios tiene el control absoluto de todo”. Dios es el que reina y reinará por la eternidad.

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