Doce Horas de Gracia
Basado en: 2 Corintios 12:9 y Salmo 20:7
“…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
“Unos cuentan con sus carros de guerra y otros cuentan con sus caballos; pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios”.
En la intersección de 2 Corintios 12:9 y Salmo 20:7 encontramos un mensaje profundo sobre la esencia misma de nuestra fortaleza. El apóstol Pablo nos recuerda que la gracia de Dios perfecciona Su poder en medio de nuestras debilidades. Este reconocimiento humilde de nuestras limitaciones se asemeja al espíritu expresado en el Salmo 20:7, donde se contrasta la confianza en carros y caballos con la invocación del nombre de Jehová.
Un testimonio personal refuerza esta verdad. Recuerdo una ocasión en la que tuve que realizar un trámite express en el Partido de la Costa, lo que implicaba manejar ida y vuelta, sumando un total de doce horas de viaje. Ante la falta de alternativas, me encomendé a Dios, pidiéndole fuerzas para enfrentar el desafío. La respuesta fue asombrosa; a mi regreso a Buenos Aires, me sentía tan descansada y distendida como si el viaje no hubiera sucedido. Este episodio se convirtió en un recordatorio palpable de cómo la confianza en Dios puede transformar incluso las situaciones más agotadoras en un testimonio viviente de que Su gracia es la fuerza que nos sostiene y renueva, incluso en medio de los desafíos más demandantes de la vida.
Cuando enfrentamos desafíos que nos superan, ya sea por la falta de recursos o por la debilidad intrínseca, la sabiduría de estos pasajes nos guía hacia una perspectiva transformadora. En lugar de confiar en nuestras propias fuerzas, se nos llama a gloriar en nuestras debilidades, reconociendo que es precisamente en esos momentos donde la gracia divina se manifiesta con mayor claridad.
La declaración “Unos cuentan con sus carros de guerra y otros cuentan con sus caballos; pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios”, subraya la superioridad de confiar en lo divino sobre las fortalezas humanas. Así, la combinación de estos dos pasajes nos insta a ver la debilidad no como un obstáculo, sino como una plataforma donde se despliega el poder transformador de Dios.
La idea central de ambos pasajes es resaltar que nuestra fortaleza no radica en la abundancia de recursos o en nuestras debilidades sino de cómo la gracia divina obra en nosotros, incluso en nuestras áreas más frágiles. Dios es el que se perfecciona en medio de nuestras limitaciones y flaquezas.
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