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El Llamado a la Santidad Reflejando la Naturaleza de Dios


Basado en: 1 Pedro 1:16


“Sed santos porque yo soy santo”.

 

Este mandato, que a su vez, lo encontramos en Levítico 11:44, nos recuerda la naturaleza de Dios y nuestro llamado a reflejar Su santidad en nuestra vida.


¿Y qué significa precisamente ser santo?


Etimológicamente, la palabra “santo” proviene del latín “sanctus”, que significa “consagrado” o “sagrado”.


La santidad, en su esencia, significa que aunque viviendo en este mundo, nuestra misión y testimonio a brindar como cristianos, es permanecer apartados y separados para Dios.  La santidad, refleja el carácter de Dios en cada aspecto de nuestro diario vivr. Es una presencia activa de justicia, amor, misericordia y verdad.


La santidad no solo significa que estemos ausentes de pecado, porque bien sabemos que “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. (Romanos 3:10-12), sino reconocer la necesidad de la gracia de Dios en nuestra vida para alcanzar la santidad.


¿Cómo accedemos a la santidad?


Accedemos a la santidad a través de Jesucristo. Él es quien purifica nuestros pecados, nos renueva, nos reivindica y da el poder del Espíritu Santo para vivir de acuerdo con los estándares divinos. Al aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, somos santificados por Su sangre y así comenzamos el proceso de ser transformados a Su imagen.


Fe en Jesucristo: Nuestra santidad comienza con la fe en Jesús. A través de Su sacrificio en la cruz, somos perdonados y hechos justos ante Dios.

Obediencia a la Palabra de Dios: La Biblia es nuestra guía para vivir una vida santa. Al leer y meditar en las Escrituras, aprendemos cómo Dios quiere que vivamos.

Dependencia del Espíritu Santo: El Espíritu Santo nos capacita para vivir en santidad. Cada vez que somos tentados por el enemigo, su Santo Espíritu nos da la fuerza y el discernimiento necesario para rechazar el pecado y hacer el bien.


Los esfuerzos por llegar a la santidad


El camino hacia la santidad requiere esfuerzo y dedicación. No es un camino fácil, pero es el llamado de todo creyente. 


A continuación, se presentan varios aspectos clave que nos ayudarán a crecer en santidad y a enfrentar los desafíos en nuestro caminar con Dios:


Disciplina espiritual: Practicar la oración, el estudio bíblico, el ayuno y la adoración nos ayuda a mantenernos enfocados en Dios y crecer en santidad.

Renovación de la mente: Debemos dejar que la Palabra de Dios limpie y transforme nuestra forma de pensar, alejándonos de los patrones del mundo y adoptando la mente de Cristo.

Comunión con otros creyentes: La iglesia es una comunidad que nos apoya y nos desafía a vivir de acuerdo con los principios de Dios. La rendición de cuentas y el compañerismo son vitales en nuestro camino hacia la santidad.


Los embates del enemigo


El enemigo, Satanás, no quiere que vivamos en santidad y hará todo lo posible para que caigamos. Debemos estar preparados para los ataques y tentaciones que vienen apareciendo en el momento menos pensado, quizás en algún momento de debilidad espiritual como física.


Tentaciones: Satanás nos tienta con cosas que apelan a nuestra carne y nuestras debilidades. Él conoce muy bien nuestros puntos débiles y acometerá contra ellos, por eso, debemos estar alerta y usar la Palabra de Dios como nuestra espada para resistir. Recordemos cómo Jesús, después de haber sido bautizado por el Espíritu Santo, fue tentado en el desierto. En todo momento, Él reprendió al enemigo con el poder de la Palabra, diciendo: “Escrito está” (Mateo 4:1-11). De la misma manera, nosotros debemos confiar en la Escritura para vencer las tentaciones.

Dudas y desánimo: El enemigo tratará de llenarnos de dudas ya que él es el gran engañador “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9) y atentará sobre nuestra capacidad para vivir en santidad desanimándonos en nuestro diario caminar, pero debemos tener bien presente, que en Cristo “…somos más que vencedores…” (Romanos 8:37).

Persecución y oposición: Vivir en santidad a menudo nos pondrá en conflicto con el mundo. Debemos mantenernos firmes y no conformarnos a los patrones de este mundo, como nos exhorta el apóstol Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:2)

Fortaleza y entereza para mantener la santidad: Mantener la santidad requiere una fortaleza y entereza que solo pueden provenir de Dios. El apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Esta fortaleza no es nuestra, sino que viene del poder del Espíritu Santo que obra en nosotros.

Dependencia de Dios: Debemos depender continuamente de Dios para que nos fortalezca y nos guíe. La oración constante es esencial, como se nos insta en 1 Tesalonicenses 5:17 “Orad sin cesar”.  A través de la oración, renovamos nuestras fuerzas y recibimos la dirección divina para caminar en santidad. Jesús mismo nos mostró cómo depender completamente del Padre. En el jardín de Getsemaní, enfrentando la mayor de las pruebas, oró “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42). Su sumisión total a la voluntad de Dios es nuestro modelo de fortaleza y entereza.

En resumen, nuestra fortaleza y entereza para mantener la santidad provienen de nuestra relación con Dios, nuestra dependencia de Su Espíritu Santo y nuestra confianza en Sus promesas. Al seguir el ejemplo de Jesús y mantenernos firmes en la fe, podemos vivir una vida que honre a Dios en toda circunstancia.

Confianza en las promesas de Dios: Recordemos las promesas de Dios y Su fidelidad. En Isaías 41:10, Dios nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.  Estas promesas nos dan el coraje y la esperanza para mantenernos firmes.

Perseverancia: No nos rindamos cuando enfrentemos dificultades. La santidad es un proceso del día a día y debemos perseverar, sabiendo que Dios está obrando en nosotros. Santiago 1:12 nos anima: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”.

Conclusión


Ser santo es un llamado y un privilegio aunque nos parezca costoso en algunas circunstancias.  A través de Jesucristo, tenemos acceso a la santidad y la capacidad de vivir una vida que honra a Dios. Aunque enfrentemos tentaciones y desafíos, podemos mantenernos firmes, confiando en la fortaleza que Dios nos da y en la obra continua del Espíritu Santo en nuestras vidas.


Jesús nos recuerda en Mateo 7:13-14: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero angosta es la puerta, y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.  Este pasaje subraya que el camino hacia la santidad puede ser difícil y estrecho, pero aquellos que permanecen en el Señor encontrarán la vida eterna.

 

Oremos para que cada día podamos reflejar más y más la santidad de nuestro Dios, viviendo vidas que sean un testimonio de Su amor y Su poder. No importa lo que el mundo pueda decir o pensar de nosotros o si nos consideran “locos”, lo importante, lo que tiene valor, es agradarle a Él y así ser merecedores de vivir eternamente junto a Su presencia. Como dice Pablo en 2 Corintios 11:16-17: “Que nadie me tenga por loco; o de otra manera, recibidme como a loco, para que yo también me gloríe un poquito. Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloriarme”. Pablo está dispuesto a soportar todo por su fe en Cristo. Es un recordatorio de la valentía y la dedicación de los cristianos incluso cuando enfrentan desafíos y críticas.


Lo más probable es que al principio te cueste, pero confía, no estás solo/a en esta batalla, el Espíritu Santo te toma de la mano, te perfecciona, te moldea, te guarda y alienta a entrar en ese sinuoso camino hacia la luz eterna.


Dios te bendiga ricamente.

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