El Poder de la Palabra
Basado en: Génesis 1; Salmo 33:6 y Santiago 3:5-6
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”. Salmo 33:6
El primer capítulo de Génesis nos narra cómo se fue dando el proceso de la creación. Fue una “creatio ex nihilo” palabra que proviene del latín y significa “creación a partir de la nada”, esto es que Dios creó el universo sin la necesidad de utilizar materiales preexistentes. Todo lo hizo con el poder de su Palabra. Cada vez que Dios hablaba y ordenaba algo “Sea la luz…” Su orden se cumplía “…y fue la luz”. (Génesis 1:3) resultando todo bueno en gran manera.
Esto nos demuestra el poder de la palabra. De la misma manera nuestra capacidad para comunicarnos verbalmente es una de las características más distintivas del ser humano, aunque esta capacidad puede llegar a ser un arma de doble filo “…la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”. (Santiago 3:5-6).
Como seres humanos, debemos ser conscientes del poder que reside en nuestras palabras y del impacto que pueden tener en el otro. Cada palabra que pronunciamos puede construir o destruir, unir o dividir, consolar o herir. En última instancia, somos responsables de cómo elegimos usar este poder.
Al reflexionar sobre este poder es esencial recordar que las palabras tienen un impacto mucho más allá de lo que a menudo imaginamos. No solo afectan a quienes las escuchan de inmediato, sino que también pueden dejar una impresión duradera en la mente y el corazón de las personas. Por lo tanto, debemos ser conscientes de la calidad y la intención detrás de nuestras palabras.
Dominar el arte de hablar de manera constructiva y positiva requiere práctica y autocontrol. Significa tomar un momento para reflexionar antes de hablar, asegurándonos de que nuestras palabras estén imbuidas de amor, comprensión, empatía y verdad. Significa elegir deliberadamente utilizar nuestro poder de la palabra para crear el bienestar de los que nos rodean, en lugar de contribuir a su destrucción.
Al igual que Dios creó con palabras que proclamaban bondad y belleza, podemos seguir su ejemplo al utilizar nuestras palabras para generar armonía y paz alrededor nuestro. En lugar de permitir que nuestra boca sea un arma de destrucción, podemos transformarla en una herramienta de construcción, sembrando semillas de amor, esperanza y reconciliación dondequiera que vayamos.
De esta manera, podemos honrar el poder de la palabra y ser verdaderos colaboradores con el Divino en la obra de la creación continua.
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