El Valle de los Huesos Secos“Restauración y Vida por el Espíritu de Dios”
Basado en: Ezequiel 37
“La mano de Jehová vino sobre mí y me llevó en el Espíritu de Jehová y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera” (Ezequiel 37:1-2).
El profeta Ezequiel tuvo una visión donde Dios lo llevó en el Espíritu colocándolo en medio de un valle lleno de huesos. La visión debe haberlo impactado profundamente causándole desconcierto y profundo terror. El valle, estaba lleno de huesos secos, blanqueados, sin vida. Esa imagen desoladora, para ese tiempo, representaba la condición espiritual de Israel: “Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza; y somos del todo destruidos” (Ezequiel 37:11).
Esta visión, a su vez, es un poderoso paralelo con la realidad espiritual de muchos hoy en día que no conocen, no les interesa o rechazan al Señor. Los huesos secos simbolizan a aquellos que están espiritualmente muertos, vacíos, sin propósito ni esperanza. Sin el Espíritu vivificador de Dios, estos huesos no pueden revivir. Aquellos que no han experimentado el poder transformador y renovador del Espíritu Santo se encuentran en una situación similar: secos y sin vida.
En medio de esta incertidumbre, Dios le pregunta al profeta: “Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos?” Ezequiel responde: “Señor Jehová, tú lo sabes”. Entonces Dios le da una instrucción clara: “Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová”. Podemos llegar a pensar la sorpresa del profeta por el mandato de Dios. ¿Se imaginan estar en medio de un valle con huesos secos blanqueados por doquier teniendo que profetizarles? Sin embargo, la reacción del profeta no se hizo esperar. No argumentó, no dudó o puso en tela de juicio lo que Dios le había encomendado, sino que obedeció su mandato.
Fue su obediencia lo que trajo resultado, de la misma manera que Noé, Moisés y Josué. Noé construyó un arca bajo la promesa de un diluvio que parecía imposible; Moisés extendió su vara sobre el Mar Rojo y éste se abrió; Josué marchó alrededor de Jericó hasta que, al son de trompetas, las murallas cayeron. De la misma manera, nosotros somos llamados a profetizar sobre nuestras situaciones, aquellas que parecen desesperadas y sin vida. Debemos proclamar victoria y vida donde solo vemos derrota, porque con Dios, la restauración es posible. La obediencia y sujeción a la palabra de Dios siempre trae resultados, aunque a veces no los veamos de inmediato.
Ezequiel se encontraba profetizando cuando de repente surgió un ruido y un temblor. Hueso con hueso comenzaron a juntarse, aparecieron los tendones y la carne, y la piel comenzó a cubrirlos. Pero la tarea no estaba completa, algo faltaba: los cuerpos carecían de espíritu, les faltaba vida, como cuando fue creado Adán (Génesis 2:7) cuando fue creado del polvo de la tierra pero vivificado por el aliento divino. Sin el Espíritu de Dios, los cuerpos hubieran permanecido inertes, sin vida. Solo cuando el Espíritu de Dios sopla sobre nosotros, experimentamos el verdadero avivamiento y somos transformados. “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis…” (v.14). El pasaje nos enseña que, aunque podamos reconstruir nuestras vidas en lo material o físico, sin el Espíritu Santo continuaremos espiritualmente muertos.
La transformación de los huesos secos en cuerpos completos no fue instantánea; fue un proceso gradual, que nos enseña cómo Dios frecuentemente trabaja de manera progresiva en nuestras vidas. Es un recordatorio de que los milagros, tanto grandes como pequeños, no solo son para nuestro beneficio personal, sino testimonios vivos del poder de Dios.
Finalmente, es importante recordar que esta obra de restauración no es por nuestro propio esfuerzo. Así como Ezequiel fue el portavoz, fue el poder soberano de Dios el que trajo vida a los huesos secos. Solo Dios puede llenar lo que está vacío, revivir lo que está muerto y dar esperanza donde antes no la había. Es por Su gracia y poder que se produce un nuevo nacimiento, una verdadera restauración espiritual.
Este mensaje es una poderosa ilustración de la gracia de Dios. Incluso en los momentos más desoladores, cuando parece que no hay salida, que todo está muerto, el Espíritu Santo puede soplar nueva vida. Al igual que en el valle de los huesos secos, aquellos que parecen estar extraviados, sin vida espiritual, pueden ser restaurados por el poder de Dios. Él sigue siendo el Dios de la vida, el Dios de la esperanza, el Dios de la restauración y el Dios creador. Dios lo hizo, lo hace y lo seguirá haciendo.
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