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En medio de la adversidad...¡Confía!



Basado en: Habacuc 3:17-18

 

“Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos,

Aunque falte el producto del olivo,

Y los labrados no den mantenimiento,

Y las ovejas sean quitadas de la majada,

Y no haya vacas en los corrales;

Con todo, yo me alegraré en Jehová,

Y me gozaré en el Dios de mi salvación”.

 

El profeta Habacuc nos presenta una imagen poderosa de escasez y privación: la higuera no florece, las vides no dan fruto, falta el producto del olivo y las provisiones básicas son escasas. Pero en medio de esta adversidad, el profeta nos enseña una lección invaluable: nuestra alegría no está determinada por lo que tenemos en este mundo, sino por quien tenemos en nuestra vida, es decir, nuestro Señor y Salvador.

 

Es fácil caer en la desesperación cuando enfrentamos tiempos difíciles. La incertidumbre económica, la pobreza y la escasez pueden provocar ansiedad y temor en nuestros corazones. Sin embargo, en lugar de permitir que estas circunstancias nos abrumen, debemos recordar que Dios es nuestro proveedor fiel.

 

Aunque las dificultades pueden ser desafiantes y los recursos limitados, podemos encontrar consuelo y esperanza en la promesa de que Dios nunca nos abandonará. Él conoce nuestras necesidades y promete suplirlas según Su voluntad y en Su tiempo perfecto ya que Él siempre está en control de todo lo que sucede.

 

Por lo tanto, en lugar de confiar en nuestras posesiones terrenales, debemos aprender a confiar en el Señor en todas las circunstancias. Aunque las olas de la adversidad puedan embestirnos, podemos estar seguros de que Dios es nuestra roca fiel y nuestra fortaleza en tiempos de prueba.

 

Aunque sean momentos en que las cosas puedan parecer sombrías y los recursos escasos, podemos encontrar consuelo y fuerza en la certeza de que Dios está con nosotros y nos sostendrá en todo momento.

 

Que podamos, como el profeta Habacuc, regocijarnos en el Señor, incluso en medio de nuestra adversidad, sabiendo que Él es nuestra fuente de esperanza y alegría. Que nuestra confianza no esté en las riquezas y el bienestar de este mundo, sino en la fidelidad y el amor inquebrantables de nuestro Dios.


Que nuestra alegría y esperanza no dependan de nuestros recursos materiales, sino de nuestra relación con Dios. En los momentos de escasez y adversidad, recordemos que nuestra verdadera riqueza reside en nuestra relación con el Creador.

 

Él es nuestra fortaleza en medio de la tormenta, nuestro consuelo en la aflicción y nuestra esperanza en medio de la oscuridad. Mantengamos nuestros corazones firmes en la fe, confiando en que Dios proveerá y nos sostendrá en todo momento conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Él nunca nos abandonará como un padre no abandona a sus hijos, sino que está atento a sus necesidades y sabe brindárselas en el momento oportuno.

 

 ¡Sigamos adelante con valor, fe y esperanza, sabiendo que en Él reside nuestra verdadera alegría, fortaleza y seguridad!

 

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