Equilibrio entre esfuerzo y prudencia: Vivir con plenitud

Basado en: Eclesiastés 9:10

“Todo lo que tu mano halle para hacer, hazlo según tus fuerzas…”

Esta breve pero poderosa primera parte del versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de la acción y la celeridad en nuestra vida. A menudo, en nuestro transitar diario, nos encontramos con una amplia gama de responsabilidades, oportunidades y desafíos que requieren de nuestra participación activa.

Y como tal, en ciertas ocasiones podemos sentir la presión de abarcar más de lo que nuestras fuerzas nos permiten, ya sea por expectativas externas o por nuestra propia ansiedad o ambición. En ese sentido, el pasaje nos recuerda que, aunque es importante esforzarnos, también es fundamental reconocer nuestros límites y no cargar con más responsabilidades o tareas de las que podemos llevar a cabo adecuadamente, a fin de gozar una vida plena.

Al intentar hacer “más de lo que podemos”, existe el riesgo de dispersar nuestra energía y recursos, lo que podría llevarnos a un desgaste innecesario o a no completar con éxito lo que nos hemos propuesto. Es esencial tener en cuenta nuestras capacidades y priorizar lo que realmente podemos realizar con excelencia, en lugar de caer en la trampa de una productividad frenética pero poco efectiva.

De ahí que el pasaje nos invita a la prudencia y al discernimiento. Aprender a reconocer nuestros límites y focalizar nuestros esfuerzos en lo que podemos hacer bien, nos ayudará a mantener un equilibrio en nuestra vida, evitando el agotamiento y aumentando nuestras posibilidades de éxito en lo que emprendamos.

En definitiva, este balance entre: la acción, el esfuerzo, la prudencia y el discernimiento nos permitirá encontrar un camino intermedio donde podamos hacer aquello que está a nuestro alcance de manera efectiva y con calidad, sin sacrificar nuestro bienestar, salud y la posibilidad de disfrutar plenamente de nuestra vida.

No olvidemos, que cada día es un regalo de Dios, y que todo lo que hagamos, sea para Su gloria.