Jesús, Salvador del mundo
En el principio agrado a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, (para la manifestación de la gloria de su poder, sabiduría y bondad eterna), crear o hacer de la nada, al mundo y todas las cosas que están en él.
Así fue como Dios en su eterno amor, creó al hombre, varón y hembra, con alma racional e inmortal, dotados de conocimiento, rectitud y santidad verdadera, a Su imagen, teniendo la ley de Dios escrita en sus corazones, y capacitados para cumplirla.
Sin embargo, en ese libre albedrío que disfrutaban, existía la posibilidad de que la transgredieran. Y así fue como seducidos por la sutileza, el engaño y tentación de Satanás, pecaron comiendo el fruto del árbol prohibido. Debido a su desobediencia, perdieron la comunión con Dios, y por tanto sujetos a muerte espiritual y física.
Sin embargo, Dios en su gran misericordia introdujo un plan de redención que rescataría a la humanidad a través de una salvación personal, restaurando de esa manera la esperanza de su gran reino mesiánico en la tierra, el cual se nos anticipa en Génesis 3:15, cuando Dios dice a la serpiente: “Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón”.
El pasaje es de suma importancia, siendo que hace referencia a la simiente de la mujer (y no a la del hombre), en donde Dios se dirige a la serpiente y a la mujer diciéndoles que iba haber enemistad y hostilidad entre sus simientes; pues la serpiente iba a herir al niño de la simiente, pero ese niño iba a destruir la cabeza de esa serpiente (y la herida en la cabeza, es mortal).
Así es como surge la primera profecía de la venida de Jesús, el Mesías, el Cristo, el Salvador del mundo, el que daría a la humanidad una nueva esperanza de vida y un retorno a la comunión con el Padre. Cristo fue revelado y señalado como la simiente de la mujer que heriría a la serpiente en la cabeza.
Los teólogos llaman a este ofrecimiento de redención: el “proto-euangelion o primer evangelio,” debido a que fue la primera promesa de salvación que Dios brinda, luego de la caída de la humanidad en pecado.
Jesús, el Cristo, el Mesías, fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, y en Él se conformaron dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y la humana. Estas se unieron inseparablemente en la persona de Jesús.
Ciertamente en Jesús, le agrado al Padre que habitase en Él toda plenitud, a fin de que, siendo santo, inocente, inmaculado, lleno de gracia y de verdad, fuese del todo apto para desempeñar el oficio de mediador y fiador.
Cristo es el único que ofrece redención por el pecado, en Él somos regenerados. Jesús, la segunda persona de la Trinidad es el Mediador entre Dios y el hombre. Gracias a Su venida al mundo, redime y evita a la humanidad de vivir eternamente en pecado. Gracias a su nacimiento, ahora el mundo tiene posibilidad de salvación. Jesús es el Salvador del mundo.
Y como la relación con Cristo es personal, dependerá de cada uno el aceptar esa salvación que por gracia Él nos ofrece por amor.
Permanezcamos atentos y seamos sensibles a Su llamado.
Él es nuestra única esperanza de vida y de vida eterna.
Sensibles estamos al conmemorar su nacimiento para venir a salvarnos.