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Muchos oyen… pocos obedecen

  • Foto del escritor: Rinconcito de la Oración
    Rinconcito de la Oración
  • hace 12 minutos
  • 2 Min. de lectura

Basado en:  Ezequiel 33:30-32 (TLA)


“Ezequiel, los israelitas también hablan de ti. Hasta en las murallas de la ciudad, y en las puertas de sus casas, se les oye decir: “Vengan, vamos a oír el mensaje que Dios nos ha enviado por medio de Ezequiel. Y así lo hacen: llegan, se sientan delante de ti, y te prestan atención. Para ellos, tú eres como un cantante de dulce voz, que sabe tocar bien su instrumento musical, y que le canta al amor. Les gusta mucho cómo hablas, pero les gusta más el dinero. Te oyen, pero no hacen lo que les dices”.


La Palabra de Dios, cuando es predicada con verdad, tiene poder para transformar vidas. Pero este pasaje nos recuerda que no todos los que se acercan a oír la Palabra lo hacen con un corazón dispuesto a obedecer. El pueblo de Israel escuchaba al profeta Ezequiel, hablaban de él, incluso lo admiraban como quien admira a un cantor de voz dulce… pero no ponían por obra lo que él decía. En otras palabras, les gustaba el sonido, pero no el contenido.


Hoy, como en tiempos de Ezequiel, hay quienes disfrutan de las predicaciones, las reflexiones, las alabanzas y las reuniones fraternales, pero no están dispuestos a dejar que el mensaje cale hondo en su alma. Son oyentes, pero no hacedores de la Palabra. A Dios no lo conmueven las emociones pasajeras ni los halagos de labios. Lo que Él busca es obediencia sincera, corazones rendidos, vidas transformadas.


Este texto también nos recuerda algo importante para quienes compartimos la Palabra:

aunque el mensaje no sea recibido como quisiéramos, debemos seguir proclamándolo con fidelidad. El profeta no fue desobediente porque el pueblo no lo escuchó. Su responsabilidad era anunciar, no manipular resultados.


Hoy el llamado es claro:


✔️ ¿Estoy oyendo la Palabra solo por costumbre?

✔️ ¿Me conmueve, pero no me cambia?

✔️ ¿Me gusta cómo suena, pero sigo andando tras mi propia voluntad?


Que no seamos como aquellos que escuchaban a Ezequiel “como quien oye cantar a un trovador” …  sino como hijos e hijas que oyen la voz de su Padre celestial y deciden obedecerle con amor.

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