Pasión Abrasadora (II Parte)
Basada en Jeremías 20:9
En la I Parte de "Pasión Abrasadora", hicimos referencia a ese apasionamiento que consumía al profeta Jeremías llevándolo a soportar todo tipo de desplantes, desolación, incomprensión, sufrimiento, persecución y desprecio.
En esta II Parte consideraremos otro ejemplo de “pasión abrasadora” en la vida del apóstol Pablo.
En el siguiente pasaje, notaremos toda una serie de padecimientos que tuvo que soportar y tolerar por causa de esa pasión abrasadora hacia su Señor Jesús.
“De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. (El porqué de los cuarenta azotes menos uno, Deuteronomio 25:1-3) (1). Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez…” (2 Corintios 11:24-27).
Si estos hombres (Jeremías y Pablo como otros tantos mencionados en las Escrituras) no hubiesen sentido ese apasionamiento, ese fuego abrazador por Dios y por Cristo, no podrían haber llegado a sobrellevar, ni a resistir lo que tuvieron que vivir.
Diríamos que fueron personas apasionadas, persistentes, hasta obsesivas. Permanecieron incansables, caracterizándose por haber "luchado la buena batalla hasta que no les quedaron fuerzas". Muchos fueron amenazados con perder sus vidas como en el caso de Daniel cuando fue arrojado al pozo de los leones o a sus amigos Ananías, Misael y Azarías que se pusieron firmes en no arrodillarse ante un ídolo muy a pesar de saber que si no lo hacían serían arrojados dentro de un horno de fuego calentado siete veces más que su calor habitual, pero ese apasionamiento fue capaz de superar todo escollo, todo inconveniente, toda contrariedad.
A todos ellos los movilizaba ese ardor, ese amor, ese respeto, esa pasión abrasadora por obedecer y complacer a su Santo Dios y a Cristo, más allá del sufrimiento, del temor.
Continuará...
(1) Si hay pleito entre dos hombres y van a la corte, y los jueces deciden el caso, y absuelven al justo y condenan al culpable, sucederá que si el culpable merece ser azotado, entonces el juez le hará tenderse, y será azotado en su presencia con el número de azotes de acuerdo con su culpa. Puede darle cuarenta azotes, pero no más, no sea que le dé muchos más azotes que estos, y tu hermano quede degradado ante tus ojos. La flagelación debería consistir en 13 latigazos adelante y 26 azotes por detrás.
En este caso la pena se reduce a 39, evitando el riesgo de excederse por error. Torat Emet Ediciones Keter Tora, pag. 529
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