Pidamos en Armonía con la Voluntad Divina
Basado en: 1 Juan 5:13-15
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
Estos pasajes resaltan la importancia de la confianza en la oración y cómo esta se relaciona con la voluntad de Dios.
El apóstol Juan nos brinda una perspectiva sólida sobre la fe y la certeza que tenemos en Cristo. Nos dice que ha escrito estas palabras a aquellos que creen en el nombre del Hijo de Dios para que tengan la seguridad de poseer la vida eterna. Este conocimiento profundo de la relación con Dios es fundamental para comprender el contexto de la oración.
La confianza en Dios implica no solo creer en Su existencia, sino también confiar en Su sabiduría y soberanía. El pasaje resalta que, al pedir cosas conforme a la voluntad de Dios, podemos confiar en que Él nos escucha. Aunque la oración no debería ser una forma de evitar responsabilidades, o un atajo para el éxito material sin esfuerzo o de buscar satisfacer deseos egoístas. La idea de pedir conforme a Su voluntad implica alinearnos con los propósitos divinos y confiar en Su plan para nuestras vidas.
La fe en Dios no anula nuestra responsabilidad y participación activa en la vida. En lugar de esperar pasivamente, la oración debe ir acompañada de acciones que reflejen nuestra dedicación y esfuerzo. En este sentido, permíteme compartir un ejemplo práctico. En estos momentos estoy en la búsqueda de una nueva vivienda. Sé en mi corazón por fe, que el Señor ya tiene destinado ese lugar. Sin embargo, no puedo quedarme simplemente esperando ofertas. Más allá de mis oraciones y mi confianza en Dios, que ya tiene destinado mi lugar, debo salir a buscarlo. Debo movilizarme, hablar con diferentes inmobiliarias y, a pesar del calor extenuante en mi país en estos momentos, salir a visitar posibles departamentos, incluso si hace cuarenta grados de calor.
En resumen, este pasaje nos insta a orar confiados en que Dios nos escucha, pero también nos recuerda que nuestras peticiones deben alinearse con Su voluntad. La oración no debe ser un medio para evadir responsabilidades ni cerrar los ojos a nuestras peticiones, sino una expresión de confianza y sumisión a la soberanía divina. Siempre recordando que Dios tiene la última palabra y que, por más que pidamos, siempre hará o concederá lo que sea bueno, necesario y justo para nuestras necesidades. No obstante, si nos negamos a escuchar Su voz o ver Sus señales y optamos por hacer lo que más nos parece (ya que no somos Sus títeres y tenemos libre elección), el resultado será claro y rotundo: no será beneficioso para nuestra vida.
La fe y la oración contestada van de la mano del esfuerzo, de la continuidad en la súplica y a su vez, en escuchar la dirección de Dios y obedecerle, y aunque no siempre nos guste lo que tengamos que hacer, recordemos que Dios es “…el Alfa y la Omega, principio y fin…” (Apocalipsis 1:8) y sabe absolutamente todo acerca nuestra vida, desde el comienzo (Salmo 139:13), hasta el fin (Job 14:5). Por lo tanto, sabe lo que es mejor para nosotros.
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