Prioridades en el Vaivén de la Vida
Basado en: Eclesiastés 9:10
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas…”
En el vaivén frenético de la vida cotidiana, a menudo nos encontramos desbordados por una avalancha de responsabilidades y tareas. Como si fuéramos malabaristas hábiles, intentamos mantener múltiples bolas en el aire, tratando de hacerlo todo a la vez. Sin embargo, en medio de este caos, el sabio consejo del Eclesiastés nos invita a la reflexión: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10).
Esta sabia admonición nos recuerda la importancia de reconocer nuestras limitaciones y establecer prioridades. Es tentador ceder ante la ansiedad y la presión de hacerlo todo de una vez, pero la realidad es que nuestras fuerzas son finitas. En lugar de dispersarnos en mil direcciones, es crucial discernir qué es lo verdaderamente importante y concentrar nuestros esfuerzos en ello.
El Eclesiastés nos enseña que “todo tiene su tiempo” (Eclesiastés 3:1-8). Así como hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar, también hay un tiempo para actuar y un tiempo para descansar. Honramos a Dios cuando hacemos las cosas según nuestras fuerzas y en su debido tiempo. Esto implica no solo reconocer nuestras limitaciones, sino también confiar en que Dios proveerá el tiempo y los recursos necesarios para llevar a cabo su voluntad.
Cuando intentamos hacer más de lo que nuestras fuerzas permiten, corremos el riesgo de agotarnos y perder de vista el propósito detrás de nuestras acciones. La búsqueda frenética de la productividad puede llevarnos a un estado de cansancio crónico y mal humor constante, lo cual no solo afecta nuestra salud física y emocional, sino también nuestras relaciones con los demás. Y fundamentalmente, compromete esa relación tan preciosa que tenemos como hijos con nuestro Creador.
Por tanto, la próxima vez que nos veamos abrumados por la lista interminable de tareas por hacer, recordemos el consejo sabio del Eclesiastés. Prioricemos lo que realmente importa, deleguemos cuando sea necesario y confiemos en que Dios nos dará la fuerza y la sabiduría para cumplir con nuestras responsabilidades. Al hacerlo, no solo estaremos honrando a Dios en todo lo que hagamos, sino también viviendo una vida más equilibrada y significativa.
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