Que nuestra mirada esté centrada en Jesús
Basado en: Hebreos 12:1-3
Hebreos 12:1-3 nos exhorta a que fijemos nuestra mirada “…en Jesús, el autor y consumador de la fe… para que (nuestro) vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
Que mejor consejo que el de concentrar nuestra mirada y nuestros pensamientos en la vida de Jesús.
Y ¿para qué? Por varias razones: para enfrentar al mal, para crecer en la fe, para estar seguros a quién le pertenecemos y para permanecer en sus enseñanzas sin desmayar.
Esa fortaleza espiritual sólo proviene de Jesús. Ni el mero esfuerzo humanista que deja de lado a Dios lo puede ofrecer.
Acércate a Jesús, permanece a su lado. No permitas que las cosas del mundo te mareen y te confundan desplazando a Jesús de tu corazón. Dale siempre el primer lugar en tu vida, y él te colmará de su bendición.
Para él todo es posible. Cristo es todo, y en todos.
Cuenta un relato que Leonardo da Vinci trabajó a lo largo de varios años para que su célebre obra “La última cena” diera a luz. Él puso esmero y énfasis en cada detalle de su obra: el rostro de Jesús, sus discípulos alrededor de la mesa y en el cáliz.
Cuando su obra fue terminada, invitó a uno de sus amigos para que la contemplase. Su amigo quedó maravillado y expresó con admiración: “¡Que hermoso cáliz! ¡No puedo apartar mis ojos de él!” Escuchando el comentario de su amigo, Leonardo tomó un pincel y ante la sorpresa del invitado, cubrió el cáliz con pintura, y exclamó que ninguna parte de la obra debía atraer más que el rostro de Jesús.
Que apreciación tan acertada. Y tú ¿En qué concentras más tu atención y tu mirada?
¡Cuán fácilmente podemos admirar las cosas secundarias y superficiales de las que nos presenta la vida, y dejar de apreciar lo esencial que procede del Señor!
¿Quién más grande y sublime que él?
¿Quién podrá compararse contigo,
Jesucristo, Hijo eterno de Dios?
¿Quién podrá disputarte tu gloria?
¿Quién podrá resistir a tu voz?
Dondequiera ha triunfado tu gracia,
Dondequiera ha triunfado tu amor,
Ha triunfado también tu justicia,
Y ha triunfado también tu perdón.
¿Quién podrá compararse contigo,
Jesucristo, supremo Señor?
¡Tuyos son el perdón y el imperio!
¡Para ti toda gloria y honor!
Si pasaran el cielo y la tierra
Como pasan el heno y la flor,
¡Imposible será que tú pases,
Jesucristo, Hijo eterno de Dios!
Eliezer Lazcano
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