Renovemos cada día nuestra esperanza en Cristo
Los hijos de Dios, renovamos cada día nuestra esperanza en Cristo.
Al mirar hacia atrás y reflexionar sobre el camino recorrido, nos damos cuenta de que Dios siempre estuvo presente tanto en los buenos como en los malos tiempos. No nos abandonó ni nos olvidó, no se lavó las manos (por decirlo en términos populares), no desvió la mirada, ni delegó la tarea en otros ni dejó el contestador telefónico. No es necesario ver al Señor cara a cara para saber que su presencia nos acompaña. Nuestra fe, amor y sensibilidad nos capacitan para percibir su presencia, de la misma manera que al contemplar su creación, ya que a través de ella también se manifiesta (Salmo 19:1-6).
Aunque en algún momento enfrentemos tiempos complicados en aspectos como la salud, las relaciones familiares, laborales o en lo social, pasando por etapas de soledad, incertidumbre o pérdida, recordemos lo que nos dice Isaías 43:2. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará…”. A pesar de lo que uno tenga que vivir y no ver resultados en el momento, Dios tiene “…planes de bienestar y no de calamidad, para (darnos) un futuro y una esperanza”. (Jeremías 29:11). Aunque tengamos que pasar por valle de sombras y de muerte, no temamos mal alguno porque el Señor está con cada uno de nosotros infundiéndonos aliento y fuerzas.
Renovemos cada día nuestra esperanza en Cristo, encaremos nuestro tiempo sin temor y sin mirar atrás, con la mirada puesta adelante, en el futuro, en lo que vendrá. Que nuestra mirada sea cristocéntrica. Cada nuevo día es un regalo de Dios. Aprovechemos y cuidemos la manera en como lo utilizamos. Que sea sabiamente y de acuerdo a la voluntad de Dios.
Seamos buenos administradores:
1. Del tiempo que nos ha sido regalado por gracia,
2. de la economía que nos ha sido encomendada para bien administrarla y
3. de la creación que nos fue dada a fin de cuidarla y protegerla.
Cada día trae aparejada su renovada esperanza.
Confiemos en su palabra de que Él estará siempre con nosotros.
Renovemos cada día nuestra esperanza en Cristo Jesús.
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