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Un Mundo Invertido: ¿Dónde Está la Justicia?


Basado en: Isaías 5:20-23


“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!”


La advertencia de Isaías hace referencia directamente a la distorsión moral que ocurre cuando los valores son invertidos y se pierde el sentido de lo que es bueno y justo. En este pasaje, Dios denuncia a aquellos que confunden el bien con el mal, que justifican lo injustificable y que se llenan de soberbia, creyendo que su juicio personal es superior al de Dios.


El pasaje parece describir con precisión lo que estamos viendo hoy en día en muchos lugares, donde prácticas moralmente aberrantes se normalizan e incluso se celebran. La corrupción moral se infiltra en las sociedades y en los poderes políticos, y lo que antes era considerado claramente incorrecto, ahora se presenta como aceptable. Esta inversión de valores no es solo peligrosa, sino también un reflejo de la ceguera espiritual que aparta a la humanidad de la verdad de Dios.


Jesús, en Mateo 5:6, nos ofrece una promesa de esperanza. Aquellos que tienen hambre y sed de justicia, aquellos que anhelan profundamente que se restaure el orden divino y que se haga justicia, serán saciados. Esta bienaventuranza nos asegura que Dios no es indiferente al sufrimiento y a la injusticia que vemos en el mundo. Aunque la justicia humana en muchos casos se disfrace de "justicia al ciento por ciento”, a menudo está corrompida; solo la justicia de Dios es perfecta y definitiva.


En este contexto, el hambre y la sed de justicia no son solo un deseo pasivo, sino un anhelo activo por ver la justicia divina manifestada en un mundo en el que la maldad parece prevalecer. Este anhelo es también un llamado a mantenernos firmes en la verdad, a no ceder ante la corrupción moral, y a seguir denunciando el mal, aunque parezca que el mundo lo apaña y acepta.


Es aquí donde las palabras de la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, cobran un significado profundo: “Venga a nosotros tu reino”. Este clamor es la esperanza viva que todo cristiano debe mantener. Es un recordatorio constante de que nuestra mirada y nuestra mentalidad deben estar centradas en la “consumación de ese reino de justicia”. Aunque vivimos en un mundo lleno de injusticia, nuestra esperanza está en el Reino venidero, donde Dios mismo traerá justicia y paz duraderas.


La injusticia particularmente hacia los más vulnerables, como las mujeres y los niños, es uno de los mayores ejemplos de la necesidad urgente de esta justicia divina. En un mundo donde la perversión y la impunidad a menudo parecen dominar, nuestra esperanza no se basa en las estructuras humanas, sino en la promesa de Dios de que Él traerá justicia perfecta.


Cuando el Rey de Justicia se manifieste, todas estas distorsiones serán corregidas, y aquellos que hoy sufren bajo la injusticia o se resienten por no ver que la justicia obre como tal, verán la restauración y la verdadera justicia prevalecer. Hasta entonces, nuestra tarea es mantenernos firmes en la verdad (Juan 14:6), levantando nuestra voz contra la injusticia y oponiéndonos resueltamente a lo malo, llamando al bien “bien” y al mal “mal”, reconociendo lo dulce como dulce y lo amargo como amargo, distinguiendo la luz de la oscuridad. Confiemos en la promesa de que nuestra hambre y sed de justicia un día, en el Reino de Cristo, serán saciadas.



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