Vencedor o vencido
Cuando la maldad de Jerusalén llegó a su máximo, Dios dijo hasta aquí, y Jerusalén fue diezmada “Aconteció a los nueve años de su reinado, en el mes décimo, a los diez días del mes, que Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió, y levantó torres contra ella alrededor”. (2 Reyes 25:1).
La ciudad de Jerusalén fue destruida. Todos sus principales edificios incendiados, sus muros derribados, el templo saqueado y quemado, y la elite del pueblo llevado en cautiverio a Babilonia.
Una vez terminado el asedio, Nabuzaradán, el capitán de la guardia de Nabucodonosor II llevó cautivo a gran número de la población. La elite fue llevada a Babilonia mientras que en Jerusalén quedaron unos pocos vinicultores y campesinos para asegurarse de que continuaran sacando algún producto de la tierra. La cautividad en Babilonia fue de setenta años (605-536 a.C.) anticipada por el profeta Jeremías en el capítulo 25 versículo11.
Entre los cautivos, se encontraba Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. Una vez llegaron a la ciudad, el rey Nabucodonosor II encargó “…a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos…” conforme a ello, Daniel y sus amigos fueron seleccionados y aleccionados en toda ciencia, idioma, cultura y costumbres babilonias a fin de prestar servicio en el palacio del rey. (Daniel 1:3-4).
Daniel y sus amigos fueron capacitados para tal fin durante tres años, siendo este un período común en aquellos tiempos. Otro de los requerimientos que el rey había dispuesto era de que estos jóvenes comiesen y bebiesen de los mismos manjares que el rey.
En la antigüedad y según las normas orientales, el hecho de compartir una comida tenía implicancias significativas, sellaba un compromiso con esa persona, ya que conllevaba la idea de alianza o pacto. De esa manera Daniel y sus amigos mantendrían una cierta relación con el rey debiendo aceptar ciertas concesiones.
Pero a pesar de estar incluidos entre los que podían disfrutar de la comida del rey “…Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. (Daniel 1:8).
Se cree que una buena parte de los alimentos, eran ofrecidos como sacrificio a los dioses, mientras que los vinos habrían sido derramados en libaciones delante de los ídolos de Babilonia (Éxodo 34:11-17). Daniel y sus compañeros estaban bajo la ley judía y tenían bien establecido lo que podían comer y lo que no, lo que contaminaba y debían evitar (Levítico 11:44-47; Deuteronomio 14). Tenían que observar ciertas reglas y diferenciar entre lo inmundo y lo limpio. La carne de cerdo, carne con sangre o carne sacrificada a los ídolos, les estaba prohibido según la ley de Moisés.
Evidentemente, los muchachos se encontraban frente a una encrucijada y más teniendo en cuenta la edad de Daniel, que se cree rondaba los diecisiete años de edad. Pero a pesar de los condicionamientos, se pusieron firmes y Daniel hizo una propuesta “…a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber”. (Daniel 1:11-12).
Daniel pidió a Melsar diez días de prueba y al finalizar, que él viese los resultados. Es razonable entender que, como jefe de los eunucos, corría un serio riesgo al acceder a la propuesta de Daniel, ya que de enterarse el rey de su desobediencia podía llegar a perder su vida, pero Dios es bueno y fiel, él “… es quien obra…tanto el querer como el hacer, para su beneplácito”. (Filipenses 2:13).
Daniel como exiliado hebreo, no discutió o se escusó diciendo que esa comida no era de su agrado o que era alérgico, ni se puso a murmurar con los demás exiliados, ni comenzó una huelga de hambre, sino que, por su fe, su respeto y amor, por su integridad y pasión por el Dios de Israel no quiso contaminarse, ni adaptarse a las costumbres babilonias. Él permaneció fiel a pesar de las muchas pruebas que tuvo que soportar. Él se distinguió por su valor y su tenaz observancia de la Ley.
Daniel no miró para otro lado y pensó, “total ya estamos en otro país, Israel quedó atrás y destruida, sigamos la corriente de este país, ya todo da igual, nadie se va a enterar”. Sino que Daniel y sus amigos representaron ese fiel remanente que Dios tiene en toda época y toda nación. Es ese remanente fiel y vencedor que ha sido escogido por gracia (Romanos 11:5).
Daniel junto a sus amigos, conservaron su integridad durante el exilio. Ellos permanecieron fieles demostrando coraje, valor y valentía. Ellos mantuvieron ese espíritu inquebrantable que mana de una sólida fe puesta en Dios nuestro Creador. El poder de Dios los acompañaba. Ellos transformaron los impedimentos en oportunidades. Situaciones que se dieron en el tiempo y que dieron gloria a Dios.
Así es como todo cristiano puede vencer los estándares de este mundo: no contaminándose, no siguiendo la “manada”, o mirando para otro lado sino haciendo frente a toda situación contraria a la voluntad de Dios. De esa manera ellos vencieron con coraje y valor gracias a su fe puesta en el Dios de Israel.
Si usted es una persona íntegra y deseosa de obedecer a Dios y darle toda la gloria y honra a Él, por más que surjan dificultades, usted tiene el poder del Espíritu para vencer y para transformar las dificultades en oportunidades.
Un vencedor no se detiene, sino que siempre sigue subiendo la cuesta por más empinada y dificultosa que sea. Nunca abandona ni desiste en su lucha. Tiene su meta y objetivo bien en claro como Daniel y sus amigos. No abandona nunca el frente de batalla a pesar de los obstáculos y el cansancio. Está preparado para vencer. Es un ganador.
¿Quieres tener la actitud de Daniel, que durante su larga estadía en el exilio nunca se dejó intimidar por los avances y las imposiciones de una nación pagana?
¿Estás dispuesto a transformar tus dificultades en posibilidades?
¿Estás preparado para ser un vencedor, o te encuentras dentro de los que ante el primer obstáculo arroja la toalla y se consideran vencidos?
Sigue caminando a pesar de las piedras que encuentres en tu camino. No te detengas por los “fantasmas” que quieran hacerte frente, sino que tu mira esté puesta en tus objetivos a lograr.
Alcanza tus metas, que el Espíritu de Dios siempre te acompañará y guiará por la senda del bien. (Mateo 28:20).
No te des por vencido cuando surjan las primeras contrariedades. Sé un luchador, un vencedor.
Recuerda, todo lo puedes, pues en Cristo eres fortalecido. (Filipenses 4:13).
¡¡¡Transfórmate en un conquistador, enfrenta tus temores, vence y logra tus metas, que Dios está contigo!!!
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